Antonio Lao
El silencio de los pueblos
Podríamosreferirnos al palo entre las ruedas, ese que nos encanta poner cuando vemos que alguien va más deprisa, sabe más o tiene más éxito que nosotros. Sin embargo, no nos centraremos en este tipo de palo que requiere cuanto menos atención especializada de carácter psicológico. Si para ponerte en valor necesitas denostar al otro, pide cita urgentemente.
En la vida, en cualquier trabajo, como también en la escuela, uno tiene que hacerse responsable de sus actos, para bien y para mal. No vale «echar el culo fuera». Si una decisión nos ha llevado al fracaso, tendremos que asumirlo, revisar los pasos que hemos seguido o buscar otro camino. Si nos ha llevado al éxito, tendremos motivos para celebrarlo y disfrutar de la sensación del trabajo bien hecho. Y entre el éxito y el fracaso, caben mil grises. Es difícil que existan actuaciones que no sean mejorables o no contengan algún aspecto positivo, por mínimo que sea.
Con las toneladas de obligaciones que la administración vierte sobre los docentes, se hace difícil hacernos responsables de muchas cosas, pero aún así siempre hay margen de actuación. Es en ese margen donde cabe exigir responsabilidades. Cuando son cuestiones claramente establecidas por al normativa, habrá que tirar de profesionalidad: aunque algo no lo haya decidido yo, si estoy en este oficio tengo que cumplir con ciertas cosas, con independencia de que esté o no de acuerdo. Es así. De lo contrario, debo dedicarme a otra cosa. Ahora bien, si pongo todos mis esfuerzos en que algo impuesto por la normativa funcione pero sigue sin dar resultado, la última responsabilidad tal vez no sea mía. Por último, cabe hablar de ciertas actuaciones basadas en interpretaciones arbitrarias, subjetivas o erróneas de la ley, que son aquellas que algún «lumbreras» con despacho (en un cole, un IES, Delegación, Consejería, Ministerio…) impone a sus pobres plebeyos. En este caso la responsabilidad es solo de quien ha tenido la supuesta «genial idea». Si tiene éxito, habrá que reconocerlo también.
Lo honesto es que cada palo aguante su vela. Tanto si la vela cumple su función como si no la cumple, ha de ser un éxito o un fracaso atribuido a cada palo. No vale que aquellos palos empeñados en ir a las ruedas, se arrimen ahora a la hermosa vela que hace navegar al barco, cuando llega a buen puerto. Y es que las relaciones humanas, las profesionales, son siempre complejas...
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