Gafas de cerca
Tacho Rufino
Un juego de suma fea
El Palillero
Es una gran noticia que las obras del puente Carranza hayan terminado un mes antes de lo previsto. En esta ciudad que algo se termine en el plazo fijado es rarísimo. Lo normal es que se retrase. En estas últimas semanas se ha visto claramente la importancia de tener el llamado segundo puente, que en realidad es el mejor. Y eso nos recuerda que la ciudad de Cádiz (y el área metropolitana de la Bahía, en general) deben mucho al ingeniero Javier Manterola. Como mínimo, le deben una calle en la capital gaditana. El fallecimiento aún reciente de Manterola ha servido para recordar que fue el autor del Puente de la Constitución de 1812. Un puente considerado entre los mejores de España y de Europa.
El segundo puente se construyó gracias a Javier Manterola. Porque otro ingeniero no hubiera aguantado lo que tuvo que aguantar. Por culpa de la peculiar idiosincrasia gaditana y sus derrotistas. La gente con mala memoria histórica no se acuerda. Este puente nuevo se construyó cuando Teófila Martínez llegó a la Alcaldía. Después de las obras de soterramiento del tren, que transformaron la zona de Extramuros, la alcaldesa impulsó el proyecto de un nuevo puente sobre la Bahía. Para ello convenció al Gobierno de José María Aznar. Después, a trancas y barrancas, el puente siguió en obras cuando llegó a la presidencia el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, gracias también a su ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, que se tomó interés. Pero tampoco lo acabó. Se terminó en 2015, con Mariano Rajoy en la Moncloa. El año en que Teófila perdió la Alcaldía.
En la parte práctica estuvo Javier Manterola. Cuando se supo que Cádiz tendría un nuevo puente de gran categoría, los gaditanos platafórmicos e intelectuales de bajo fuste empezaron a protestar. Dijeron que no podrían pasar por debajo del puente los grandísimos barcos que construirían en el astillero de Puerto Real. Hubo que adaptar una plataforma para la línea 2 del tranvía, que ayudaría a potenciar el campus de Puerto Real que ahora quieren desmantelar. El puente se consideró inútil, pues serviría para que se fueran los gaditanos y no llegaran visitantes. Lo decían los mismos que hoy se quejan de que vienen muchos turistas. En fin, lo de siempre. Cuando se hace algo, lo primero es protestar para que no se haga.
El puente costó el triple de lo previsto. No obstante, Manterola no se rindió. Y lo terminó. Y ahí quedó. Y por ahí pasamos. Y es el único puente de Cádiz cuando el de Carranza está en obras. Manterola contribuyó al progreso de Cádiz y no se debería olvidar.
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