A Vuelapluma
Ignacio Flores
No son las emociones, son las deudas
La Tribuna
La finca donde ha estado asentado el edificio de Correos durante más de medio siglo, pertenecía en 1489, cuando los Reyes Católicos tomaron Almería, a un moro llamado Albondoque, al menos es el nombre castellanizado que nos ha llegado a nosotros. En esta parcela tenía su casa y su huerto; era un moro pudiente, económicamente hablando. Por ese motivo a la actual calle Padre Luque se le llamó hasta 1860 Calle del Moro. Posteriormente fue cambiado el nombre por el de Calle de Elvira y al cabo de unos años más se volvió a cambiar por Calle Beloy. Albondoque no fue un moro cualquiera; fue una persona muy generosa con la ciudad y tras el terremoto de 1487, la conducción de agua que abastecía la ciudad desde las fuentes de Alhadra, se hundió en varios tramos, y este moro corrió con los gastos de su reparación. También se sabe que hizo importantes donaciones dinerales al convento de Santo Domingo y que en 1500 fue bautizado. La otra calle que delimita la parcela por el fondo, es la Calle Padre Alfonso Torres, sacerdote nacido en Zurgena y magnífico orador, de quien decía José María Pemán “es seguramente la máxima cima de la oratoria sagrada contemporánea”. Es también la calle con mayor densidad de bares por metro cuadrado de toda la ciudad.
Con el derribo del mamotreto de hormigón, como se le ha llamado al edificio de Correos, que acaba de morir, los almerienses hemos descubierto un espacio maravilloso en pleno centro de Almería, que además es la puerta de entrada natural de la ciudad al casco histórico. El magnífico edificio de la calle Padre Alfonso Torres que andaba escondido, ahora se puede contemplar en todo su esplendor, como telón de fondo de este espacio diáfano que ha aparecido ante nosotros como un milagro de primavera.
Aplaudo la decisión del Ayuntamiento, de haber desechado el plan que tenían previsto para instalar en este solar un nuevo edificio, para albergar el Smart Green Cube “Agridomo” de la Junta de Andalucía; la verdad es que con ese nombre no debería estar en el casco histórico de Almería. El PITA me parece un buen destino.
Pero principiemos por el principio. El sacerdote José María Navarro Darax, de familia adinerada, al llegar a nuestra ciudad, encargó al arquitecto almeriense Trinidad Cuartara Cassinello, el proyecto para la construcción de un edificio para albergar el Colegio de Jesús; proyecto que fue aceptado y firmado en 1891. El edificio fue inaugurado en 1894 y el colegio abrió sus puertas en el curso 1895-1896. Cuartara acababa de levantar un edificio de cuatro plantas emblemático, soberbio, grandioso, casi un palacio, con piedra de la cantera de Bayyana. Durante algunos años aquí estuvo la sede del “Diario la Independencia”
A principio del siglo XX en el nuevo edificio se instaló también la Diputación Provincial. Por fin en 1918 fijó su sede la Empresa Estatal de Correos y Telégrafos, que dio nombre al edificio. El magnífico buzón de correos que representaba la cabeza de un león con la boca abierta, fue un regalo de la Escuela de Artes y Oficios de la capital. Recuerdo, con algo de nostalgia, cómo los niños íbamos a meter nuestras manos inocentes en la boca de la fiera, para demostrar nuestra valentía.
Durante nuestra Guerra Civil los componentes del Batallón de Ametralladoras que había en el Cuartel de la Misericordia, se sublevaron contra el Gobierno de la República, tomando Radio Almería y el edificio de Correos y Telégrafos.
Después de esta historia, el primer edificio que conocimos como sede de Correos, en 1967 fue demolido. Algo que hoy resultaría incomprensible y en este solar fue levantado un edificio horrible de hormigón, según el proyecto de los arquitectos Luis Gámir y Manuel Valdés. Pienso que un solo arquitecto no hubiese sido capaz de parir semejante monstruo.
Es el momento de pensar con serenidad, pero con rapidez, para que no se demore demasiado en el tiempo, el proyecto elegido que se quiere hacer en ese solar. Yo propongo un gran grupo escultórico, de los que adolece Almería, una gran fuente o ambas cosas mezcladas. Algo que no pase desapercibido al paso de los visitantes y de los propios almerienses. Almería está en deuda con tres sectores, que ya son historia. Uno de ellos es la minería: durante siglos miles de personas se dejaron la vida sacando de las entrañas de la tierra preciados minerales desde el hierro y el plomo hasta el talco y el oro. El segundo es la uva de Almería con toda su industria auxiliar, como fueron los talleres de barrilería, el transporte o simplemente un auténtico parral, que ya de por sí es una obra de arte. La otra actividad es la del esparto que, desde la época de los romanos hasta casi el final del siglo XX, se ha explotado en nuestra provincia. Todavía se dice en nuestros pueblos que “el esparto quitó mucha hambre”. También se echa en falta un grupo escultórico que represente a los Reyes Católicos recibiendo las llaves de la ciudad en 1489. No olvido el sector del cine. Durante muchos años en Almería se rodaron más películas que en toda Europa; pero poco a poco un gran número de ciudades se han ido adueñando de festivales, exteriores etc. y nos han dejado arrinconados. Estamos a tiempo de hacer algo importante que sea, al menos, un referente nacional.
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