Pues yo lo veo así
Esteban Requena Manzano
Tergiversaciones agrevivas
Metafóricamente hablando
En los últimos tiempos, y dejando las guerras como capítulo aparte, se estaban produciendo unos hechos que le producían escalofríos. En el mundo abundaban los locos, los había admirables, divertidos, excéntricos, o imprevisibles. No, no se estaba refiriendo a personas que padecían enfermedades mentales, si no a aquellas que se salen de lo común por conductas fuera de lo normal, que son capaces de dejarnos boquiabiertos con sus ocurrencias. Pero todo esto solo puede hacer gracia cuando de ellos no dependa nada ni nadie, cuando en el ejercicio de su libertad individual no arrastren a otros. A él siempre le habían chocado e incluso divertido, esos personajes excéntricos que van cuando todos vuelven, que se acercan al precipicio para retar al vértigo, o que se bañan desnudos en una playa concurrida para escandalizar a los bañistas recatados, causándoles asombro. Sin embargo, había llegado el momento en que estas excentricidades, puestas en marcha por personas que encandilaban a millones de ciudadanos hasta el punto de admirarles, le empezaban a causar pavor. Se estaba extendiendo un gusto por lo perverso, por lo incorrecto, por la defensa a ultranza de la libertad individual sobre cualquier otro valor, y sobre todo por la indiferencia hacia el otro. Desgraciadamente la historia estaba llena de ejemplos aterradores, y precisamente su país lo estaba sufriendo con saña. Su abuelo le contaba de pequeño, que él salió de su país antes de cumplir los quince huyendo de una vida miserable en la que no había futuro. Viajó de polizón en un carguero cuyo destino no supo hasta que pisó tierra firme. Dejó atrás su familia y sus raíces, evocando con nostalgia su tierra: la más verde, su mar: el más salvaje, su cielo: el más azul. Siempre tuvo el sueño de volver, pero no fue posible, en esa nueva tierra que le acogió formó su propia familia, montó su negocio con el que vivió con holgura y allí nacieron sus hijos y nietos. Mientras tanto, en su país de origen todo había cambiado, la miseria pasó página y su desarrollo fue acorde con el resto de Europa, a cuyo seno pertenecía. Y como las tornas se vuelven, llegó el día en el que donde se desató la pobreza y la desesperanza fue en el país que tanto le había dado al abuelo. Sus padres, como lo hizo antes el suyo, retornaron a la aldea que él dejó de joven, abandonando la Argentina con idéntico dolor y heroicidad. Nada más llegar comprendieron al abuelo, en su pueblo efectivamente, los valles eran los más verdes, el cielo el más azul y el mar el más bravo, aunque él nunca lo pudo comprobar, su delicada salud le impidió regresar a su tierra. Hoy, al ver a dirigentes aparentemente demócratas, agasajando y defendiendo las políticas del excéntrico personaje que mantenía a su país en la más absoluta pobreza entre la indiferencia y la motosierra, solo sentía el grito desgarrador del abuelo removiéndose en su tumba.
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