Fran García

¡O se habla de mi libro o me voy!

Opinión

Nada más comenzar a escribir las primeras líneas de esta nueva columna, y digo nueva de forma entrecomillada ya que he hecho uso de ella desde el año 2012 hasta probablemente el aún cercano año 2023, aquella ya antigua etapa fue muy diferente para mí entre las letras. Os manifestaré que, a pesar de que no pocas personas llevan recordándome al gran Paco Umbral entre sanísimas risas, hoy no ‘he venido a hablar de mi libro’, aunque un poco sí. Y es que, a pesar de ser una figura quizá con un carácter de seísmo apocalíptico ante adversidades consideradas como hirientes, algo que tarde o temprano; ayer, hoy y/o mañana nos llega a todos, siempre conservo un pleno, sincero y recurrente humor - no pocas veces asociado a magnas carcajadas envueltas en ecos eternos - cuando se consiguen gestionar de manera adecuada, convirtiéndolas en meras escenas mentales que, a veces, también llegan a transformarse por inercia social en cariñosas leyendas urbanas envueltas y revueltas de farándula pasada. Qué bonita es Almería cuando sabe sacar una sonrisa hasta del polvo del desierto, no se pueden ni imaginar de cara al exterior. Se lo garantizo. Al final, qué grandes fueron Paco y Mercedes, ¿no les parece? Pero volviendo a aquello de ‘porque para eso tengo mi columna y mi opinión diaria, de modo que se habla ahora mismo de mi libro o me voy’, quiero dar desde ya las gracias a la gente de Lubrín, Sorbas, Cabo de Gata y Almería capital (la misma Almería que lleva el mismo nombre de su hermana mayor: la provincia). Gracias a ellos voy a poder estar más que sosegado el día de la primera ‘presentación’ en el barrio-hermano de Cabo de Gata: Retamar. No se enquisten en dar sentido a las comillas que he escrito a los lados del vocablo presentación, lo he hecho a posta puesto que, quien bien me conoce como persona, sabe perfectamente que me hechiza la naturalidad, la cercanía y también la innovación donde resido... Luego, es verdad que fuera suelo convertirme un poco..., pero en casa solo me faltaría salir despeinado y en cueros a la calle. Muchas veces, si no las que más, solemos observar cómo un anfitrión es quien posa cual estatua de oro blanco ante una multitud. Curiosamente, el que escribe estas líneas suele dejar lo mejor de sí para fuera. Habrá quienes lo consideren como soberbia y habrá quienes lo consideren como sencillez o humildad. Pero como decía aquel tocayo ‘que me da lo mismo, porque para eso tengo mi columna’, la mala elección o el mal resultado de cualquier prejuicio siempre será responsabilidad de quien lo genere o engendre en su interior. Al final, se ha hablado de mi libro ‘Memorias a los pies de la Alhambra’ de forma abstracta y general, ¡qué error! Pero bueno, siempre quedará la más abierta invitación. ¡Y se acabó!

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