Editorial
Rey, hombre de Estado y sentido común
La Guerra de los Botones, publicado en 1912 por el francés Louis Pergaud (Belmont, 1882-frente de guerra, 1915), narra las batallas a pedradas y palos entre los niños de dos pueblos vecinos. La magnitud de esas batallas, el valor de las victorias o derrotas se medían en la cantidad de botones que arrancaban a los prisioneros ambos bandos como trofeos de guerra. La acción se desarrolla en 1894, con el trasfondo del Segundo Imperio y el triunfo definitivo del laicismo republicano en Francia. Es autobiográfica y registra de forma realista la miserable vida del entorno rural de la zona y los elementales métodos educativos de entonces. Se trata también de una de las primeras obras literarias que narran los hechos desde el punto de vista de los niños, no de los adultos.
Esto último fue lo que más me llamó la atención cuando leí el libro en aquella estupenda edición de portada dura, de Anaya, en el 82. Eso, y su realismo. La obra en sí ha ido envejeciendo bien. Se han hecho varias versiones en el cine, en el 61, el 94, el 2011… Pero hoy contrasta con la mayoritaria –y multitudinaria– corriente de literatura fantástica publicada para niños y adolescentes, plagada de magos, magias, vampiros y demás seres imposibles. Es una corriente muy antigua, que arranca en los cuentos y leyendas tradicionales, y singularmente en Alicia en el país de las maravillas o Los viajes de Gulliver, que se ha llevado al paroxismo, pues todos los autores quieren hoy mojar en esa salsa. Hasta el punto de que publicaciones como esta, o el mismo Tintín en cómic –que parecía eterno–, se han quedado obsoletas. Antiguas, aunque no inútiles. Por no hablar de los diferentes modos de vida de la infancia y adolescencia que aquellas y estas reflejan. Por ejemplo, los juegos callejeros, trasuntos de la vida misma antaño, han sido barridos de nuestra cultura actual y sustituidos por pantallas que ocultan el mundo que los niños tienen a su alrededor.
Releyendo esta obra se establecen inevitables paralelismos entre aquel momento histórico-social y este. Así, muchas de las batallas políticas que vemos en las televisiones parecen con frecuencia nuevas y alicortas guerras de botones entre políticos de mirada estrecha y cortoplacista. Con la única diferencia de que los antiguos, simples e inocentes botones han sido sustituidos por malintencionadas, crueles y dañinas fake news en las llamadas redes sociales.
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