El gran Mallol Suazo

03 de octubre 2024 - 03:08

José María Mallol Suazo, pintor barcelonés nacido en 1910 y muerto en 1986, es uno de los grandes nombres de la pintura española del pasado siglo aún pendientes de revisión y valoración. Su nombre, como el de otros muchos, remite a un olvido y a una injusticia sangrantes. La historia parece haber ignorado la labor de grandes creadores que dejaron una obra verdaderamente valiosa, extraordinaria. Mallol Suazo pertenecía a una familia de pintores –lo fueron su padre y hermanos también- y en sus comienzos, tras estudiar en la Escuela de la Lonja con Félix Mestres, empezó a ganarse la vida como dibujante humorista en algunas publicaciones. Pronto se decantó por la pintura a plena dedicación, y en 1936, pocos meses antes del golpe de Estado, celebró su primera exposición en Barcelona, que fue todo un éxito. Desde el principio se le saludó como una gran promesa. Artista habitual de la mítica Sala Parés, llegó a ser académico de San Fernando y pudo realizar una carrera internacional de exposiciones exitosas. Pese a todo, en consonancia con su poética pictórica, Mallol fue un artista callado, profundo y hasta cierto punto oculto. Su influencia en otros autores realistas posteriores, como el primer Antonio López, es más que evidente. Cultivó un estilo muy depurado y personal, de raíz afrancesada –que remite a autores como Degas, Cézanne y algunos postimpresionistas-, sin olvidar su gran veta realista española, de fuerte dibujo, sólida construcción formal y áspera verdad. Sus temas son la figura humana retratada en austeros interiores, de planos muy simplificados y abstractos, los bodegones de estirpe Cézanniana, los desnudos realistas con influencias de Modigliani y hasta picassianas en su severa construcción, y en menor medida el paisaje, que no pudo cultivar con frecuencia por su dificultad para caminar por una deformación congénita, lo que le impidió practicar el plen air en toda su extensión. En el uso del color, combina unas gamas de grises exquisitos con la presencia de colores vivos y rutilantes, que aplica siempre con una pincelada corta y pastosa, afrancesada, de una gran belleza y palpitación expresiva. Sus figuras ensimismadas, generalmente en soledad, muestran un profundo mundo interior. Sus hallazgos compositivos y estéticos están a la altura de lo mejor de la pintura europea de su época. Mallol supo asimilar un cúmulo de influencias para alumbrar un estilo nuevo y personal, respetuoso y fácilmente asimilable en la gran tradición del Realismo español y las vanguardias francesas.

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