Francisco García Marcos

Gordofobia

Comunicación (Im)pertinente

17 de agosto 2024 - 03:09

Paula Leitón emergió del agua de la piscina, tan poderosa y rotunda como delimitan sus 190 centímetros y sus 98 kilos. Fue a recoger el oro olímpico, al que contribuyó decisivamente, como lo que es, la mejor boya del waterpolo femenino mundial. De esa manera, con solo 24 años, Leitón completaba un currículo impresionante, con trofeos en todas las competiciones de selecciones y clubes.

Días después, en las redes cuestionaron de manera burda su extensa humanidad. Fue, por descontado, una muestra de pésima educación, pero también la certificación de un completo desconocimiento de ese deporte. Justo esa poderosa envergadura la hace determinante en su posición. Las mejores boyas de la historia de ese deporte, tanto femeninas como masculinas, han sido de ese calibre. El gran Iván Pérez llegaba hasta los 2 metros y los 110 kilos.

Leitón respondió con calma y elegancia, aunque firme y segura. Parecía haber zanjado el asunto, sin un mal gesto, dando de paso ejemplo de civismo. Pero, cuando parecía todo archivado, se empezaron a oír voces, clamando contra la gordofobia, aplicada selectivamente a las mujeres deportistas, en lo que constituiría un nuevo episodio de comunicación estigmatizadora y patriarcal.

El feminismo obtuso merodea a sus anchas por las instancias oficiales y los medios de comunicación más potentes. Difunde sus mensajes con impunidad completa y, desde luego, termina hastiando a buena parte del auditorio. Un mínimo repaso superficial por la historia reciente del deporte pone de manifiesto una cuota nada desdeñable de gordofobia masculina. Charles Barkley, un mito de la NBA, siempre fue “El Gordo”, apelativo que fueron heredando nuevas estrellas, hasta llegar en la actualidad a Zion Williamson. La delantera de los equipos de rugby es conocida como “los gordos”, hasta el punto de que en las retransmisiones televisivas, en lugar de “jugar con la delantera”, se ha institucionalizado el “darle de comer a sus gordos”, un hallazgo de Edu Téllez que ha terminado por generalizarse sin la más mínima acritud. El mítico Pancho Puskas, una de las estrellas universales del fútbol masculino, fue recurrentemente censurado por su prominente tripa, lo que no le impedía ser un goleador compulsivo.

Por lo demás, en los últimos tiempos estamos asistiendo a una reivindicación preocupante de la gordura. Naturalmente, meter en ese saco a deportistas de élite es por completo desproporcionado.

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