
Monticello
Víctor J. Vázquez
Oro
Elon Musk dice que no es político. Su colega Vivek Ramaswamy tampoco. Ambos serán ministros de Donald Trump, pero insisten: “Somos empresarios, no somos políticos”. En esa línea, Mazón ha fichado a dos generales retirados para su gobierno, los cuales también se han apresurado a declarar que no son políticos y que no van a aceptar consignas políticas, solo directrices técnicas. Se ve que está teniendo éxito la campaña mundial para cargarse la democracia a favor de los regímenes autocráticos. Algunos, para darle caché, hablan de la “sofocracia” de Platón: el gobierno de los sabios, que es lo mismo que la tecnocracia, pero con nombre griego. También es similar a la aristocracia, que nadie reivindica hoy. La cruda realidad es que, habitualmente, todo el que se define como “apolítico” es antidemócrata y/o de extrema derecha (Franco decía que él no era político). Así, terminan gobernando dictadores, más o menos disimulados. Cada vez menos disimulados: Putin, Orban, Erdogan, los Ortega, Maduro, Trump, Milei…la lista es cada vez más larga, acojona. Para decirlo en cristiano, es el camino hacia el fascismo. Y cuando el fascismo se consolida, efectivamente, gobierna “lo mejor de cada casa”, una auténtica sofocracia…por los cataplines.
El problema es que la opinión pública es cada vez más proclive a abominar de la política. La culpa está bastante repartida. Bastantes políticos dan pie, especialmente los que no se comen un rosco en las votaciones normales y limpias. Este estado de opinión está muy exacerbado por las redes y organizaciones de desinformación, bulos y demás mentiras, no hay que usar eufemismos. El poder judicial, que debe ser el contrapeso y el guardián de la ley, es por eso mismo apetecible para ser “remodelado” por los gobiernos. El caso de Trump es paradigmático: para nombrar jueces del Supremo (equivalente a nuestro Constitucional) elige a los más reaccionarios y muy jóvenes (47 años de media) para que no pueda contrapesarlos un futuro presidente demócrata. Aquí, después de Franco se renovaron, más o menos, todos los poderes públicos, pero hoy día hay sectores conservadores, muy conservadores y filofascistas en la judicatura, igual que en el ejército, en las policías y, en realidad, en toda la sociedad española. La pretensión de que los jueces se nombren a sí mismos nos llevaría a que ellos controlen a los otros dos poderes, pero a ellos no los controle nadie. Y no se olvide que el legislativo es el único poder elegido directamente por la voluntad de todos los ciudadanos.
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