A Vuelapluma
Ignacio Flores
Ya mismo lo estreno
En algunos casos, provisional y extraordinario son sinónimos. Como es el caso de los impuestos. En estos momentos está pendiente la renovación del impuesto extraordinario sobre los beneficios –también extraordinarios- de la banca y las eléctricas. Estas últimas ya han conseguido que no se renueve, gracias a los “buenos oficios” de PNV y Junts. A la vista del éxito, los pobreticos bancos dicen que “qué hay de lo mío”.
En principio, nos parece que es mejor que les suban los impuestos a los grandes que no a las pensiones y a los sueldos normales, es decir, sin incluir en los sueldos normales los impúdicos salarios de los ejecutivos de esas eléctricas y bancos (y algunos más). Además, no es el momento para bajar impuestos, porque de ellos también tiene que salir la millonada que nos va a costar la recuperación de la catástrofe de Valencia. Y ese pastizal no tenemos otro sitio de donde sacarlo que de los impuestos que pagamos los ciudadanos. Esta obviedad hemos tenido que volver a escribirla porque parece que hay mucha gente a la que no le entra en la cabeza. Los que están diciendo “el pueblo salva al pueblo” no nos dicen de donde están saliendo los recursos (camiones, excavadoras, helicópteros, grúas, comida, ejército, bomberos, asfalto para las nuevas carreteras, vías para el tren…) para que ese pueblo pueda ayudar. Tiene que aportarlos el Estado. El estado –el democrático, no el dictatorial- somos todos, por lo que los dineros tienen que salir de los impuestos ¿O los van a poner entre Elon Musk, Abascal, Trump, Bezos, Milei, Orban…? Esta pandilla tiene como objetivo y mantra adelgazar el Estado, lo que incluye bajar los gastos públicos (salud, educación, pensiones, ayudas sociales) para poder bajar los impuestos a lo bestia. Lo que nos tiene descolocados, a la vista de los resultados de Trump y de las extremas derechas de todo el mundo, es que los más beneficiados por el estado del bienestar (pobres, marginados, mujeres, minorías étnicas…) están votando a los que quieren adelgazar ese estado que les presta unas ayudas que no pueden tener con los gobiernos de “estado delgado”.
¿Quién calienta a estos sectores para que voten en contra de sus propios intereses? Parece que ya no solo hay miles de generadores de bulos en las redes sociales, sino que bastantes periódicos, incluso clásicos del papel, están subiéndose a lo que se ve que piensan que es el carro del ganador. Como decía el añorado Forges: “Gensanta, ¡qué país!”. (Gensanta = Virgen Santa)
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