
Una raya en el mar
Ignacio Ortega
Ser gitano en Almería
A ORILLAS del abismo, el silencio se apodera del cuerpo. Es el dolor que se agita entre la esquelética oquedad de las sienes y cómplice ya solo queda morir entre unos labios. Se acelera el corazón detrás de la puerta, mientras que oye sus pasos. No temas, se dice, todo será un mal sueño, mientras golpea con los puños las puertas de una casa que ya no le pertenece.
Yo, el ocho de marzo, sí paro. Me detengo ante la barbarie. Me detengo ante las injusticias. No doy un paso más a favor de la omisión o de lo indefensible de nuestras hermanas y compañeras. Sí, es así. Y si debo parar será para reagruparme. Para defender aquello que nos pertenece: la justicia, la igualdad y la dignidad. Todos los días son ocho de marzo. Debemos recordarlo. Todos los días es un buen momento para reivindicar la igualdad y el feminismo, un poco más de humanidad, si cabe, que poder echarnos a la boca. Porque vivas, os queremos, porque vivas os queréis, porque la vida nos pertenece y nada ni nadie nos la puede arrebatar.
El mundo ha despertado, las ciudades, los pueblos, las calles están llenas al unísono del mismo grito. Ya es una realidad, visible, inquebrantable, incuestionable. Todas y todos juntos, estableciendo que este mundo también les pertenece -faltaría más-, como la espiga al pan, como todos aquellas cosas que en silencio mueven el mundo.
El movimiento feminista es intergeneracional. Diverso, multiétnico, multicultural, transversal, libre, que día a día crece y que no se debe dejar contaminar por todos aquellos impulsos lo quieren legitimar.
No digo nada nuevo y sin embargo lo digo todo: estoy orgulloso de mis compañeras de combate. Siempre lo estuve y este ocho de marzo es solo la antesala, el preludio, el comienzo de algo que ya llevábamos íntimo en nuestros pechos y que ahora, como brizados pabellones, como llama al viento -como decía el poeta- se desata para inundar todo aquello que copan. El feminismo debe ser parte de nuestro ideario individual como ser humano. El alimento primero que echarnos a la boca cuando nos levantamos y núbil nos recibe el mundo. La piedra angular sobre la que tejer nuestros sueños y secretos más íntimos. Pues en él se fundamentan los pilares básicos del ser humano, de los Derechos Humanos, de las libertades básicas del ser: la igualdad, la libertad y la fraternidad. Nada más y nada menos. Y no es, ni será el momento de dar un paso atrás, ni uno más, ni una menos. El futuro será feminista o no será.
También te puede interesar
Lo último