Fuera los insultos

12 de diciembre 2024 - 03:09

Que haya una polarización desmesurada en la política española es algo evidente y al afirmarlo no creo estar descubriendo el Mediterráneo. Que haya una polarización al mismo nivel o incluso más aguda en muchos otros países tampoco constituye una novedad y decirlo no merece aplauso alguno. Sin embargo, hacer una valoración del auge que están alcanzando los extremos ya es algo más difícil, y no me atrevo a hacerla directamente. Tal vez se podría utilizar como un posible procedimiento para hacer una valoración el seguir la dialéctica hegeliana según la cual, puesta la tesis y surgida la antítesis se produce una superación de los contrarios en forma de síntesis. Según esto, no habría que ver como algo negativo en sí misma la rivalidad llevada a límites extremos, sino como un camino que nos llevará a algo nuevo y mejor. Si enfocamos las cosas con un cierto optimismo podríamos llegar a concluir que esta situación, como tal, no es algo rechazable. En el ápice del optimismo se podría decir que la polarización nos muestra el horizonte de una nueva y mejor convivencia. Ahora bien, esta confrontación debe seguir unas reglas porque no todo vale. Uno, otra vez en su optimismo, pensaría que la confrontación de los dos polos debería consistir en una revisión de IDEAS, incluso de intereses, que como tales admiten cierta validez de los contrarios, lo que implica una racionalización de la discusión. Y, sintiéndolo mucho, ahí me encuentro con que mi optimismo se hunde cuando veo cómo son en realidad algunos analistas y artífices de teorías y los que han de llevarlas al terreno de la política efectiva. Aquí mi optimismo toca fondo. Porque es manifiesta no ya la ausencia de debate racional sino también la defensa cerril e irreductible de las propias posiciones. Y las cosas empeoran aún más cuando se oye y se leen los improperios, y aún los insultos. Son insultos y descalificaciones personales dirigidas tanto a individuos como a los colectivos que militan y apoyan a los partidos rivales: los tachan de borregos, de masa informe y poco menos que sin seso. ¿Con qué títulos de algún tipo se irrogan el derecho a insultar? ¿Cómo se atreven al denuesto quienes repiten sin mesura las consignas derivadas de fuentes partidistas y a descalificar como dogmáticos a seguidores rivales? ¿No se ven a ellos mismos? No son palos, son auténticos troncos en las ruedas de un posible entendimiento.

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