Antonio Lao
El silencio de los pueblos
Alcaldes y cargos públicos del Partido Popular de Almería y Murcia se iban hace unos días hasta la estación de tren de Lorca a reivindicar mayor celeridad en las obras del AVE que un día nos debe unir con la ciudad pimentonera y desde allí a Madrid. Como premisa principal, nada que objetar. Los dirigentes de ambas fuerzas políticas contemplan un argumentario más que válido, para ellos, en el que entienden que los trabajos no se desarrollan con la celeridad que debieran.
Una maniobra más de desgate, entienden, del ejecutivo actual, en la búsqueda de debilitar su estructura, a la vez que dan cobertura a un deseo no disimulado de muchos ciudadanos de tener, cuanto antes, surcando las vías el caballo de hierro de velocidad superior. La claridad del mensaje tiene sus matices a poco que escarbes un poco. Cualquier concepto de prontitud pierde fuerza cuando te das una vuelta por los distintos tramos que conforman el trazado y observas, ahora sí, que las máquinas y obreros trabajan a un ritmo notable, en el intento de cumplir los plazos marcados por los dirigentes del Ministerio que está, ellos insisten, fijado para 2026.
Siendo como he sido y seré, hasta que el AVE surque las vías, muy crítico con las sucesivas demoras, engaños, verdades a medias y pamplineos a los que nos han sometido los distintos responsables de Fomento, lo cierto es que llevamos unos meses en los que la línea seguida por quienes ahora dirigen los destinos, al margen de Ábalos, puede entenderse como coherente y acorde con el mandato que los Presupuestos del Estado y el dinero que llega de Europa dicta.
A nadie se le escapa que para la provincia de Almería la apertura del Corredor Mediterráneo ferroviario no es una reivindicación más. Al contrario, se trata de una cuestión de supervivencia y modernidad, tanto monta..., que nos llevará de un plumazo a ser uno de los destinos favoritos de los españoles y europeos, a la vez que nos abre una inmensa puerta a distribuir mercancías agrícolas al viejo continente, al margen o en paralelo con el transporte por carretera.
Quizá, sólo quizá, ha llegado el momento de que todos, sin excepción, aparquemos reivindicaciones o gestos que no conducen a ninguna parte y nos centremos, de una vez y para siempre, en hacer de policías de control de los trabajos, de estar sobre las empresas que los ejecutan y no dejar, siempre unidos, que nos vuelvan a tomar el pelo como ya ocurrió con los famosos túneles tapiados del Gobierno de Rajoy. Por fortuna para todos estamos en otros tiempos, en un nuevo modelo, en el que aquellos que osen o intenten jugar con los intereses de la provincia se verán recompensados con el desprecio de los vecinos de esta tierra. Un desprecio que no irá de un mal gesto o de volver la cara para otro lado, sino de aquellos que de verdad hacen daño allí donde más duele, que no es otro lugar que las urnas. Y elecciones siempre hay.
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