La filosofía como instrumento de análisis

Cuando siendo muy joven empecé a estudiar historia de la filosofía, enmarcada en la tradición platónico-aristotélica, me presentaron un largo período entre los siglos IV a.C. y primeros siglos de nuestra era como una época decadente porque había desaparecido el “vigor metafísico de los filósofos anteriores”. Lo llamaron “periodo helenístico” y estaba centrado en unas escuelas a las que tildaban de “moralistas”. Decían aquellos historiadores que aquellos no estaban buscando a verdad, y se centraban en encontrar el camino de la felicidad de los seres humanos. Era un análisis tendencioso y parcial, creo, aunque a decir verdad sí que tenían un franco interés por la ética, pero en nunca tendría por qué verse desdeñado. En todo caso, debo decir que aquel panorama del mundo grecorromano me puede servir perfectamente para hacer un análisis de nuestra realidad histórica, o al menos de cómo me siento (perdonen la subjetividad manifiesta) al contemplar el mundo en el que vivimos. Hasta hace pocas fechas hemos estado viviendo en un entorno en el que nos hemos podido sentir bastante felices porque los problemas, existiendo, no perturbaban mucho nuestra vida y considerábamos (visto desde ahora) que los íbamos superando. Parecía que estábamos viviendo en el ideal epicúreo: las preocupaciones eran pequeñas, éramos felices, o al menos eso pensamos ahora que tanto la estamos echando de menos. Era algo así como la edad de oro de la que hablaba D.Quijote a los cabreros. Pero parece que las cosas se han dado la vuelta. Cuando analizamos nuestra realidad política, económica y qué decir de la medio ambiental, tal como nos la cuentan los noticiarios y parte de nuestra experiencia, vemos que el destino nos está haciendo vivir muchos golpes e infortunios. Ante estas vivencias lo mejor que podemos hacer es aguantar, tal como nos recomendaban los estoicos. Y para no frustrarnos más, debemos dejar de desear. Y como esta realidad perversa se desprende de las decisiones que tomamos a nivel individual, colectivo y político, nuestra falta de capacidad para hacer bien las cosas nos torna en sujetos escépticos. Claro que si pensamos detenidamente quizá obtengamos como conclusión que son las visiones unilaterales las que nos lleven por esos caminos. ¿Y si a la vista de ese diagnóstico nos inclinamos por juntar todos nuestros puntos de vista al modo orteguiano y convertirnos en fructíferos eclécticos?

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