Vía Augusta
Alberto Grimaldi
‘Informe caritas’
Notas al margen
Elpp apenas acusa el desgaste tras dos años de mayoría absoluta, aunque los escuderos de Juan Espadas creen que han mejorado en intención de voto tras el último revés electoral. La posición del líder del PSOE andaluz es tan frágil que recuerda a la de Zapatero cuando le llamaban Bambi. No sólo le culpan de la debacle en las autonómicas, le achacan hasta la derrota en las europeas, pese a que no fue el único en morder el polvo. Pocos barones socialistas recuerdan la última vez que ganaron, gracias también a Pedro Sánchez, y nadie les señala. Así de grande es Andalucía para el PSOE. A Espadas le critican porque no araña al PP, entre otras razones, por su papelón en el Senado, donde le toca defender unas políticas territoriales que no se comparten en Andalucía. Tampoco le ayudan los enemigos íntimos que ignoran que la prudencia, como diría Rafael Escuredo, es el templo de la sabiduría. Ahora se les ha ocurrido a algunos partirse la camisa por ver quién dio más por Chaves y Griñán en el caso de los ERE, cuando la mayoría se lavó las manos. Al parecer ya vale todo porque los críticos entienden que a Espadas se le agotó el crédito, por más que sus leales vean un cambio de tendencia. También recalcan que no existe una alternativa real avalada por Madrid, pero los más levantiscos replican que sólo faltaría elegir al sustituto y ponerle fecha cuando lo decida Sánchez, naturalmente. Ahora los congresos se hacen de arriba hacia abajo. Si Ferraz apoyara a Espadas —bastaría un tuit— nadie movería un dedo. Pero la dirección federal ha dejado correr la sangre y el baile ha comenzado. En el comité director le dieron la espalda hasta los que no estaban en el guión. Sólo hablaron a favor de Espadas dos secretarios provinciales. Cansado de escuchar lecciones de quienes dirigían la nave cuando se hundió, les dio donde más duele, recordando que ellos establecieron el cortafuegos ante Chaves y compañía para mantener la Junta a flote. Los susanistas saltaron como un resorte pidiendo guerra.
El líder del PSOE de Sevilla, Javier Fernández, lo observa todo en primera fila. Es visto como alternativa para liderar al partido casi sin querer. El alcalde de la Rinconada preside la Diputación de Sevilla y es el socialista con más poder institucional en Andalucía. Si Espadas defiende una línea continuista, él encarnaría un nuevo PSOE. Con su actitud invasiva, Ferraz no ayuda al debate interno. Al lanzar el nombre del diputado jiennense Juanfran Serrano —al que Sánchez propuso como adjunto a Santos Cerdán— la tensión y el cabreo se apoderan de la escena: “¿Juanfran? ¿Quién es Juanfran? ¿Madrid se atrevería a tutelar el proceso en Cataluña?” Muchos socialistas andaluces no están dispuestos a tragar, pero un paso en falso arruinaría la carrera de cualquiera. Las dudas juegan a favor de Espadas, aunque el espíritu de Bambi se pasee por la sede de San Vicente y algunos vean su futuro tan sombrío como el de una urta fuera del agua.
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