El balcón
Ignacio Martínez
Negar el tributo y lucir el gasto
El artículo 11 de la Ley 50/1997 de 27 de noviembre establece que para ser presidente del gobierno de España, se requiere ser español, mayor de edad, disfrutar de los derechos de sufragio activo y pasivo, así como no estar inhabilitado para ejercer empleo o cargo público por sentencia judicial firme. Estas condiciones son necesarias pero evidentemente no son suficientes. Si para ser funcionario de cualquier nivel, incluidos porteros, jardineros etc. todos ellos trabajos muy dignos, pero que sus decisiones son de mucha menor trascendencia que las del Presidente del Gobierno de España, se necesitan muchos más requisitos que los citados, parece que esta ley se queda muy corta y por eso luego pasa lo que pasa con el Presidente y su corte terrenal que por cierto es la más numerosa de la Historia de España.
De un gobernante se espera ante todo honradez, dignidad, honestidad, veracidad y cultura. Se esperan más cosas, pero las que he citado deberían exigirse. Un gobernante debe tener la fiereza del león para defender a sus compatriotas y cada centímetro de nuestra tierra, de nuestra cultura y nuestras costumbres. De un gobernante se espera que tenga la acometividad del tigre para emprender grandes empresas sin esperar sus buenos resultados a corto plazo. De un gobernante se espera que tenga la vista del águila, para que desde la altura de su situación privilegiada y utilizando todos los medios que tiene a su alcance, pueda tener visión de futuro; aunque sin olvidar nunca nuestro glorioso pasado. Desde un otero siempre se ve más que desde un valle y desde el pico del Mulhacen en los días claros se ve Marruecos. De los negocios de Sánchez en Marruecos, como español, me avergüenzo. Pero nuestros gobernantes, sobre todo el que sufrimos actualmente, ha elegido como modelo a la hedienta hiena, animal que en un descuido le roba la comida y los despojos a las fieras que matan a sus presas atacándolas de frente. También se ríe como las hienas, sin saber por qué; posiblemente será para disimular su cobardía.
La acometividad del tigre, con sus ataques audaces y certeros, la ha cambiado por dejar las cosas como están a ver si con el tiempo se arreglan solas. No es buena praxis. El asunto de los okupas, auténtica vergüenza nacional, es un caso que clama al cielo. Un gobernante que piense que un okupa tiene más derecho a una vivienda que el propietario de la misma, es un depravado, un golfo y un felón. Pero lo que más me preocupa no es solo el derrotero que ha tomado el capitán de la nave, sino el hecho de que aún tenga algunos millones de seguidores, aunque cada vez sean menos. Su explicación la entendemos todos: se da por hecho que la mayoría de los pobres votan a la izquierda y la mayoría de los ricos votan a la derecha. Yo lanzo la pregunta ¿A quién le interesa más que haya más pobres?
Las águilas tienen una vista extraordinaria como todas las rapaces, pero por desgracia nuestros gobernantes han seguido el modelo del buitre carroñero, la urraca y el cuervo, pájaros siniestros, pajarracos cobardes que se alimenta de animales muertos y de los despojos de dejan otros animales. Les falta la elegancia del águila, halcón o gavilán. Si un gobernante que durante cuatro años va a regir un país como España, que ha sido luz del mundo, no tiene la fiereza del león, la acometividad del tigre y la vista del águila, debe detener su caballo, y echar pie a tierra, porque evidentemente no está capacitado para llevar las riendas de nuestro país.
Se puede gobernar en España tras un golpe de estado y hacerlo casi democráticamente. También se puede gobernar despóticamente después de haber llegado al poder democráticamente, eso sí descalabrado después del golpe recibido en la cabeza tras haber sido defenestrado por su partido y de pactar con delincuentes. ¿Cuál de los dos casos es más inmoral? Es inevitable en estos momentos recordar a Hitler que llegó al poder democráticamente y luego pasó lo que pasó. Lo que está ocurriendo en España nada tiene que ver con la voluntad popular reflejada en las urnas en las últimas elecciones.
La preocupación constante de un gobernante debe ser el bienestar y la seguridad de los casi 50 millones de españoles, incluido ese millón o más de inmigrantes ilegales, algunos de los cuales viven a cuerpo de rey en hoteles de 4 estrellas. ¡Qué país!
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