Antonio Lao
El silencio de los pueblos
La naturaleza siempre consigue devolvernos el sentido común y el raciocinio que perdemos por creernos invencibles, por primar la economía por encima de la vida humana. Mi abuelo solía decir que «cuando llueve, llega el agua con las escrituras y coge lo que es suyo». Pensamos que es nuestro ese terreno, esa casa en que siempre ha vivido nuestra familia, ese huerto, ese local, esa calle donde nos hemos criado… y resulta que no, que es de la tierra y del agua. Hace cien, doscientos, quinientos o dos mil años (da igual, es un instante para el planeta) aquello era una rambla, un desagüe, un río… y tarde o temprano, volverá a serlo.
Parece mentira que en una sociedad tan sofisticada como la nuestra, capaz de levantar edificios que desafían las leyes de la física, enviar sondas a Marte o construir artilugios de mil tipos, sigamos sin hacer caso a lo más básico. A pesar de lo sucedido, nadie planteará ir despejando de edificaciones los cauces de los ríos (aunque sea con un plan a 10 o 20 años), nadie propondrá hacer canalizaciones donde sea necesario… Es posible que los sesudos estudios de probabilidad ahora se hagan a menos tiempo, pero el problema es que todo está cambiando, todo es imprevisible. Nos enfrentamos a una etapa climática desconocida. ¿Tan complicado sería despejar todos los cauces, sin excepción?
Ahora es cuando salen los del vellocino de oro y dicen que eso es una barbaridad, que costaría muchos millones, que habría que desmantelar la mitad de algunas ciudades y pueblos… Y así se quedará hasta la próxima, que la habrá. Y habrá otra, y otra, y otra más.
También seguirán los de derecha e izquierda pasándose el balón, los negacionistas y avaros de la privacidad y la libertad diciendo que de mandar mensajes a su móvil nada de nada (eso que lo haga mejor Zuckerberg o Musk, que se forran a su costa), seguirán quitando árboles para dar pelotazos urbanísticos o contratillos a amiguetes en las ciudades, seguirán sin paralizar los trabajos, las carreteras y la vida entera cuando haya alerta (que si hacemos toque de queda, también es inconstitucional). La tontería no se nos quita. Esto no nos hará mejores. Tendremos que esperar a que otras muchas veces el agua reclame sus escrituras y nos ponga en nuestro sitio. A fuerza de palos es como aprende el ser humano.
Mientras tanto, mostremos nuestro respeto y solidaridad con las víctimas. Solo nos queda eso.
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