Francisco García Marcos

Errejón y los adioses

Comunicación (Im)pertinente

26 de octubre 2024 - 03:09

él sí había salido en la foto desde el principio, con aroma de héroe mítico incluida. Iñigo Errejón estuvo junto a la coleta de Pablo Iglesias nada más abandonar la acampada del 15M, postulándose como el flanco intelectual del movimiento, al estilo de lo que en su día fueron Trotsky o el Ché Guevara. Transmitiendo entusiasmo urbi et orbi, fue uno de los que empuñó una crítica acervada contra la casta, esa clase política que hace del cargo una carrera profesional, e incluso una razón vital irrenunciable. Entre las muchas promesas transmitidas, Errejón y sus correligionarios anunciaron un paso temporal por las tribunas parlamentarias, para transformar la política desde su raíz misma y convertirla en un servicio a la sociedad, por fuerza, provisional. Teresa Rodríguez, la más enconada defensora de esa postura, anunciaba que su lugar natural quedaba en su instituto. De eso hace casi una década, en 2015, cuando accedió al Parlamento Europeo, y ahí sigue, saltando de parlamento en parlamento y de formación en formación, como si cualquier cosa valiese con tal de no volver, precisamente, a su instituto.

El pasado jueves Errejón escribió el último capítulo de esa compleja relación del post-15M con el ejercicio de la política. Ha dimitido al más puro y genuino estilo de la tan denostada casta, acudiendo al enclenque argumento, por manido y por previsible, de las razones personales para abandonar sus responsabilidades. Lo ha hecho, eso sí, recubierto de dignidad revolucionaria, explicando que es necesario mantener la coherencia interna para transformar la sociedad y que su personaje ha devorado a su persona; reflexión tan hermosa como huera porque la realidad es que su actual formación, Sumar, había iniciado ya un procedimiento interno de expediente. O sea, lo de siempre: mejor irse antes de que te echen, siguiendo la pauta de los miembros de la casta. También conforme al guion habitual, de inmediato se ha producido un alud de acusaciones que van desde el acoso sexual hasta el consumo de sustancias, con su otrora amigo Iglesias convirtiéndolo en la reencarnación de Satanás.

La información me llega cuando estoy todavía bajo los efectos del shock que me ha causado una cuenta juvenil de Instagram. Son una colección de críos, recién alcanzada la mayoría de edad, quizá, que reflexiona sobre cómo organizarían ellos la vida en sociedad. Proponen centrarse en lo sustancial, como por ejemplo atender sanitariamente a la gente o proporcionarles la comida gratuita y necesaria para una existencia digna. A cambio, suprimirían algunas cosas para ellos manifiestamente superfluas: asfaltar las calles, poner lucecitas en las fiestas, pintar las fachadas a cargo del municipio y cosas por el estilo. Como mínimo, es un punto de vista que merece tomarse en consideración con calma.

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