A Vuelapluma
Ignacio Flores
Los míticos 451º F
En materia de timos y estafas, son popularmente conocidos los engaños con las estampitas y el “tocomocho”, llevados a cabo ambos con la complicidad de la avaricia del timado. Las estampitas no eran billetes ni quien las enseñaba era tan incauto como para cambiarlas por billetes, otras estampitas, de menos importe. Y el décimo premiado que no podía cobrarse, y se ofrecía por una cantidad menor a la del premio, no era tal boleto, aunque repentinamente apareciera otro estafador asociado, con una lista de los premios del sorteo publicada en un período o mostrando la supuesta confirmación en el teléfono móvil. Estos timos, ya bastante menos practicados, se repetían hace algunas décadas y la avaricia, como se ha dicho, ayudaba bastante a los estafadores para hacerse con el botín del engaño.
Sin embargo, con el concurso del amor y de otras vulnerabilidades personales también prosperan las estafas. No se entienda, con esto, que el amor sea una vulnerabilidad, aunque acaso asimismo y por algo de ello, con gran acierto, García Márquez tituló una de sus novelas Del amor y otros demonios. Una red de estafadores ha sido descubierta, como organización criminal repartida entre distintas provincias españolas, tras haberse hecho con centenares de miles de euros mediante engaños a mujeres, después de convencerlas, a través de una aparente plataforma en Internet, concurrida por fans de Brad Pitt, de haber logrado intimar con el atractivo actor y llevarlas a creer que mantenían una relación sentimental con él. En esta trama de la estafa no concurre la envidia, sino carencias afectivas y alteraciones depresivas, advertidas por los timadores mediante el seguimiento de las redes sociales de las víctimas, junto al uso de aplicaciones de mensajería instantánea, con correos y mensajes que parecían, para las estafadas, enviados por el mismísimo autor, expresándoles su deseo de entablar una relación sentimental y compartir proyectos de futuro, ante los que les ofrecía la posibilidad hacer inversiones. De modo que las víctimas, hasta percatarse de la estafa, realizaron transferencias de grandes importes, por amor al artista, a los estafadores del amor. Puesto que este sentimiento resulta de la propia insuficiencia de los mortales, que buscan la unión con otro ser, los estafadores cuentan con una disposición, la del amor, todavía mayor que la debida a la avaricia.
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