La enfermedad de la izquierda

16 de agosto 2024 - 03:07

La izquierda, que en teoría siempre ha combatido la desigualdad sin atender a fronteras reales o imaginarias, sufre una enfermedad que, aunque muy extraña, no la podemos calificar de ‘rara’ según la terminología médica porque la padecen muchos de sus dirigentes, no tres o cuatro, y aquellos que, por lo que fuera, no desarrollan síntomas, o bien son purgados y no se vuelve a saber de ellos, o bien, avergonzados y sin saber dónde esconderse, desaparecen ellos solos de la política sin que nadie les expulse. Quiero decir que como este trastorno afecta a muchísima gente, incluyendo columnistas y tertulianos que se sienten muy progresistas, los distintos laboratorios farmacéuticos estarán interesadísimos en encontrar tratamientos efectivos que curen la ‘infección’, que a día de hoy no se sabe si se propaga por un virus o una bacteria, ni cuál es la vía de transmisión: si por el aire cuando algún progre infectado tose o estornuda cerca, si por intercambio de fluidos o, incluso, por mediación de un mosquito. Sólo hay una cosa segura, que es muy contagiosa y que esta gente lo único que hace es potenciar a las derechas. No digamos lo que se embolsarían las farmacéuticas si, además de tratamientos para combatir el mal, se descubriera también una vacuna, que hubiera que actualizar cada año debido a la mutación de alguna cepa. El ridículo que se habría ahorrado Yolanda Díaz hace un año, cuando fue a Bruselas a agasajar a Puigdemont, con una vacuna a tiempo: “Me la pusieron hace una semana y el cuerpo me pide mantenerme alejada al menos cien kilómetros de ese supremacista y xenófobo”.

Si hay un ejército de científicos trabajando en ello, ahora, las críticas del portavoz económico de Sumar a la financiación singular de Cataluña, abren esperanzadoras vías para curar a los que defienden que los más ricos tengan más privilegios. ¿Por qué ese hombre, que fue dirigente de Comisiones Obreras, ha manifestado, entre otras muchas cosas, lo que es evidente, que eso nos conduciría a un sistema “menos redistributivo de la renta y la riqueza”, así como “a una deuda pública estatal menos sostenible”? Partiendo de alguna enzima distinta que tenga, o algún anticuerpo, podría desarrollarse un remedio. A algunos, desde luego (los Rufianes y Pisarellos, por ejemplo), que se aprovechan de las listas cerradas, habría que ponerles catorce dosis mensuales. ¡Las farmacéuticas se harían de oro!

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