José Miguel Ponce

La enferma alegre

Desde mi experiencia

La enfermedad cambió de modo importante en la vida familiar debido a la gran invalidez que produce

12 de marzo 2022 - 01:46

Acabo de leer un libro que me ha impresionado. Su título "Alejandro y Águeda. Fe, esperanza y amor en la cruz de la ELA" (ed. Fundación Gospa Arts), refleja muy bien su contenido, ya que narra la vida de este matrimonio y de sus tres hijos, dedicando especial atención a los 12 últimos años en los que se produce una auténtica transformación de su familia.

Un día se empezó a debilitar la mano derecha de Águeda, y después de un peregrinar de médicos, recibieron lo que ella llama: 'Mi sentencia de muerte'. Le explicaron que tenía una enfermedad (ELA) que causa atrofia muscular de todo el cuerpo, que hoy por hoy no tiene cura ni tratamiento, con una esperanza de vida de unos 3 años. Esta enfermedad te hace totalmente dependiente y supuso un mazazo, tenían 41 y 42 años. La enfermedad cambió de modo importante en la vida familiar debido a la gran invalidez que produce. La mayor carga la lleva Alejandro porque la mayoría de las necesidades son de tipo personal y él quiere ser quien lleve a cabo el aseo y la alimentación de Águeda. A pesar de su enfermedad, Águeda no ha perdido la alegría. Ella explica por qué agradece la ELA, aunque siga pidiendo por su curación: «Lo más importante que hay en mi vida se lo debo a la enfermedad»: haber comprendido la cantidad de cosas superfluas que la distraían de lo importante; comprender que «yo no domino las cosas»; el tiempo que le ha permitido dedicar «a otras personas a las que me costaba ver o escuchar»; también el tiempo para «cuidar mi alma, y por qué no decirlo, también mi cuerpo»; o el crecimiento en la humildad, «estoy aprendiendo a pedir ayuda y a dejarme ayudar».

Los medios de comunicación han tratado su historia con detalle. Basta hacer una búsqueda en Internet para encontrar bastantes artículos, videos, etc. Como decía un titular, Águeda ha elegido "vivir amando la Cruz". «Después de conocer que tenía ELA -cuenta Águeda- empecé un camino de acercamiento a Cristo y a la Iglesia, que me llevó a enamorarme de Cristo y de su plan para mí. Así mi enfermedad empezó a ser vivida con alegría, lo que provocó el asombro de mi marido, y el deseo en su corazón de vivirlo igual y de ser feliz a pesar del drama de la ELA». Alejandro llevaba años lejos de Dios, su amor a su mujer y la gracia logró su conversión. Águeda dice que se es feliz cuando se hace la voluntad de Dios -o sea lo que se debe (hacer) de verdad-y como en su vida actual procura hacer siempre Su voluntad, se siente feliz.

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