
Paseo Abajo
Juan Torrijos
Sacramento: ¡ministra!
Luces y razones
Aunque el precursor de la química moderna, alejada de la alquimia, afirmara, en el siglo XVIII, que “la materia no se crea ni se destruye, solo se transforma”, esta ley de Lavoisier se aplica asimismo a la conservación de la energía, si bien cuesta entender en qué se han transformado los quince gigavatios perdidos, repentina y raudamente, la mañana del lunes pasado. Por más que la península ibérica sea una pequeña región del universo, cierto es, si se admiten también las leyes de la termodinámica, considerado el calor como fuente de energía, que la energía total del universo permanece constante. Pendiente de explicar, con certeza fidedigna, la desaparición del sesenta por ciento del suministro energético en cinco segundos, más interesa advertir que la transformación de la energía química en energía eléctrica, en el pequeño dispositivo de las pilas, permitió escuchar la radio cuando faltó la electricidad durante largas horas y con funestas consecuencias, en las que se repara menos que en los motivos del apagón. Verdad es que las pilas pueden agotarse en el comercio, como las provisiones primarias -cuando el susto y los miedos se expanden sin control ni, a veces, raciocinio-, pero, por ser una muestra de la transformación de la energía, vienen a propósito del mayúsculo apagón, con la expectativa puesta en qué se transformará la energía perdida.
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