Luces y Razones
Antonio Montero Alcaide
Navidad
Salvo Felipe González que dice que no tiene ni puta idea de lo que se le pregunta, los españoles estamos entretenidos con el culebrón de los amoríos del Emérito con una vedete que no pierde comba gravando escenas comprometidas para sacar una buena pasta. En fin, como todos sabemos a lo que me estoy refiriendo, no voy a entrar en detalles. Lo que sí me ha provocado la llamativa historia, es ponerme a cavilar sobre la situación de las monarquías en los tiempos que corren. Hubo una época en la que a un monarca no le estaba permitido contraer matrimonio con una persona divorciada. Eduardo VIII del Reino Unido, más conocido como Duque de Windson, tuvo que abdicar para casarse con Wallis Simpson, una famosa americana que se había divorciado en dos ocasiones. Esa situación ya ha sido superada. Carlos III de Inglaterra, al quedarse viudo, pudo casarse con su antiguo amor Camila Shand, divorciada y madre de dos hijos. Nuestra reina Leticia, es una plebeya que antes de contraer matrimonio con Felipe VI, estuvo casada con un periodista llamado Alonso Guerrero del que se divorció al poco tiempo de estar casada. Y otra novedad fue el casamiento del príncipe heredero de Noruega, Haakon Magnus, con una madre soltera llamada Mette-Marit. A la vista de lo cual, hasta la fecha, las reinas consortes gozan de ciertas licencias que no le están permitidas a los monarcas de pura sangre. Lo propio habría sido que el Rey Juan Carlos hubiese podido disponer del derecho al divorcio del que disponemos todos los españoles y no andar simulando un matrimonio con la reina Sofía, que lleva cincuenta años mirando las estrellas, para no perjudicar a la monarquía, como una auténtica profesional, según manifiesta el Rey emérito en conversaciones íntimas con la vedette de Totana. Esa obligación de aguantar un matrimonio roto en pedazos para mantener la monarquía, contrasta con lo establecido en la legislación vigente porque, al parecer, a un rey de pura sangre no le está permitido divorciarse como a cualquier ciudadano. Me pregunto qué pasaría si se diera el caso de un heredero al trono que fuese homosexual y quisiera acogerse a la ley que permite matrimonios entre personas del mismo sexo. Se trata de un derecho que, legalmente, está vigente, pero ¿qué tendría que hacer un heredero, abdicar o vivir simulando un matrimonio de conveniencia? Hay un vacío legal al respecto, y en las monarquías lo que rige es una tradición marchita que no va con los tiempos.
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