Luces y Razones
Antonio Montero Alcaide
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Mensajes sobre el peligro que provocan los inmigrantes, han calado en el ambiente de tal manera, que la inmigración se ha convertido en el primer problema para los españoles, según la última encuesta del CIS. Alberto Núñez Feijó no se quedó corto en una de sus últimas comparecencias afirmando que en las calles españolas están deambulando inmigrantes que el gobierno mete en aviones y por la noche los deja en determinados barrios, ocupan nuestros domicilios y nosotros no podemos entrar en nuestras propiedades. Pero no todos los inmigrantes que llegan a España tienen la suerte de contar con un avión del gobierno, aterrizar en tierra firme y poder dedicarse a ocupar viviendas sin problema. Mauritania es un país con grandes problemas en materia de derechos humanos donde la vida no resulta nada agradable. Fue el último país en abolir la esclavitud, aunque, según un informe de Amnistía Internacional, es una costumbre que permanece. El sexismo, la mutilación genital femenina, el trabajo infantil, las trata de personas, la tortura contra personas detenidas por delitos penales y políticos, son prácticas habituales. La homosexualidad es ilegal y está penada con pena capital. Con semejante panorama no tiene nada de extraño que haya ciudadanos mauritanos que pretendan escapar de Mauritania de la manera que sea. Efecto escapada, llamaría yo. Un grupo de 84 mauritanos, a los que probablemente se les hacía muy larga la espera del avión donde los mete el gobierno, para que vengan a España a ocupar nuestras viviendas, decidieron embarcarse en un cayuco con destino a la isla del Hierro. Con tan mala fortuna que el pasado sábado, cuando habían pasado seis días desde que embarcaron y llevaban dos días sin comida ni agua potable, el cayuco naufragó cuando estaba siendo rescatado por Salvamento Marítimo a cuatro millas de la isla del Hierro en plena noche y en condiciones climatológicas adversas. Pudieron ser rescatados con vida 27 migrantes, entre los cuales había cuatro menores. Y recuperaron 9 cadáveres. El resto, medio centenar, desaparecieron bajo las aguas donde permanecerán junto a tantos otros que han corrido la misma suerte. De los 84 mauritanos que decidieron escapar de Mauritania jugándose la vida navegando en un cayuco en busca de un futuro mejor, sólo 27 adultos consiguieron alcanzar la costa y formarán parte de ese colectivo de inmigrantes sin nombre que, según el CIS, para muchos españoles constituyen el primer problema.
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