
A Vuelapluma
Ignacio Flores
Un buen kit de supervivencia
Dicen que no es bueno acostarse sin saber algo nuevo, así que voy a aportar mi granito de “sabiduría popular” que voy reclutando entre amigos, contertulios y demás congéneres que me voy encontrado y echamos un rato de charla.
Le voy aclarar, amigo lector, el origen de la frase “echar un polvo”. Pues sí, data de los felices años 20, unos años mágicos. Nuestro país no se había metido en la guerra mundial, por lo cual tuvo una postguerra bastante llevadera dentro de lo que cabía donde la incultura, y atrasos sociales eran el común denominador.
Los españoles conocieron el hedonismo, la buena vida y por consecuencia se incrementaron los vicios más superfluos y más recónditos. Se puso de moda el vicio del tabaco. Fumar estaba a la orden del día, mas entre ellos que entre ellas. Pero a la postre estaba caro y escaso. También estaba, y aquí comienza el título de esta columna mía, el tabaco inhalado (el célebre rapé). Todos los hombres que se preciaban de elegantes y modernos llevaban en el bolsillo chico del chaleco un bonito y coqueto recipiente, en forma de cajita, donde había polvo de tabaco (insisto, el célebre rapé), que se intercambiaba como signo de cortesía. Como un hábito de buena costumbre, los elegantes hombres les ofrecían a los otros ‘echar un polvo’, refiriéndose literalmente al acto de inhalar. ¿Quieres echar un polvo? Como era un signo externo de mala educación inhalar con señoras presentes, los hombres cuando sentían el síndrome de abstinencia por llevar un rato sin inhalar, salían del salón con la excusa de “echar un polvo”, para así no incomodar a las señoras y demás personas.
De hecho, el inhalar este tabaco provocaba fuertes estornudos que estaban mal vistos para hacerlos en público. Pero muchas veces, en muchas ocasiones la ausencia del salón, no era exactamente para inhalar rapé sino para tener un encuentro amoroso y sexual con alguna damisela, en las habitaciones de arriba que tenían las casas de buenas familias, reservadas para momentos estelares y reuniones familiares e invitados. Los hombres se ausentaban diciendo: “Voy a echar un polvo”, y se perdían por las habitaciones, donde se encontraba con su amada para un encuentro amoroso y sexual principalmente.
El rapé, es conocido como “polvo de tabaco”, pues consiste en hojas de tabaco molidas tan finas como para ser esnifadas por ambos orificios nasales indistintamente.
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