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Crónica personal
Pedro Sánchez forma parte de la generación que sabe qué significa el dicho de que nadie da duros por pesetas y se alertaba así contra los farsantes. Dice ahora el presidente que con el acuerdo de Cataluña las autonomías recibirán más dinero que antes, y la vicepresidenta Montero asegura que lo firmado con ERC no es un concierto sino una financiación singular. Uno y otra creen que los españoles son tontos y tratan de engañar a los españoles.
El presidente sigue tomando decisiones asombrosas. Ha debido ver las orejas al lobo porque algunas personalidades del sanchismo parece que flaquean, así que va a meter mano al partido antes de que finalice el año y el desencanto vaya a más; celebra un congreso que será a la búlgara, con un respaldo masivo que le permitirá salir bajo palio. Pero, por si acaso quedara algún cabo suelto desde el entorno de Sánchez están lanzando mensajitos para que lleguen a los que dudan de que Sánchez sea la solución de todos los males, y filtran que entre las iniciativas que piensa tomar está promover cambios entre los líderes regionales.
Que Page y Lambán no están conformes con la mayoría de las decisiones de Sánchez no es ningún secreto, saben la diferencia que hay entre lealtad y servilismo. Pero desde ese entorno sanchista apuntan también hacia otras cabezas que el presidente no debe considerar suficientemente incondicionales; las de los presidentes del PSOE en Castilla y León, Madrid y Andalucía. Filtraciones interesadas que provocan lo que se pretendía: guerra de nervios, nadie se siente ya seguro en su silla. Con desazón no sólo en los que se supone que Sánchez pretende quitarse de en medio, sino que también está llevando a la histeria a los que podrían sustituir a los caídos. Es decir, que en Andalucía, por ejemplo, Espadas debe estar dando vueltas a su futuro, mientras la ministra Montero, que hace años se sentía feliz con la idea de ser candidata del PSOE a la Junta ahora probablemente tiemble al pensar que dejará de ser vicepresidenta de gobierno.
Qué hay de cierto en la rumorología que invade hoy las filas sanchistas, solo el presidente lo sabe. Pero con el anuncio de que habrá congreso federal a finales de noviembre para elegir una nueva ejecutiva y nuevos estatutos, más las noticias sobre los que van a caer y los que incrementarán su poder, Sánchez y sus acólitos cumplen la misión encomendada: menos debate sobre Begoña, David Azagra, política de inmigración y el concierto catalán, y más poner el acento en que el 1 de diciembre se visualizará un nuevo y fortalecido PSOE, Que gobernará, por supuesto, hasta el final de la legislatura.
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