La Rambla
Julio Gonzálvez
La verdad de los semáforos
Treinta y nueve años atrás los medios de comunicación informaron de una catástrofe impactante. Aquella tragedia que sucedió en Colombia dio la vuelta al mundo. Situado a poco más de cinco mil metros de altitud sobre el nivel del mar, el volcán Nevado del Ruiz, inactivo durante 69 años, entró en actividad fundiendo la nieve circundante. Era la noche del 13 de noviembre de 1985 cuando las avalanchas de lodo y piedras sepultaron todo lo que se interponía. Este flujo de sedimentos movilizado desde las laderas volcánicas se llama lahar. La pequeña ciudad de Armero, situada a unos 50 km del volcán, quedó prácticamente sepultada. En esa fatídica noche murieron veintitrés mil de los casi treinta mil habitantes de la zona. Fue imposible rescatarlos y quedaron sepultados en aquel horrendo y extenso cementerio. Al parecer, los dioses de todas las religiones, considerados ‘todopoderosos’ por los embaucadores de turno, consintieron aquella catástrofe.
Las televisiones del mundo difundieron la imagen de una niña colombiana de 13 años (Google: Omayra Sánchez) atrapada bajo los escombros y sumergida en el lodo hasta los hombros. Fue entrevistada y, entre otras cosas, dijo: “Mamá, si me escuchas, reza para que yo pueda caminar y que esta gente me ayude. (…) Tengo miedo de que el agua suba y me ahogue”. En un instituto de Almería una profesora encontró a varias de sus alumnas llorando y les preguntó lo que pasaba. Respondieron que habían visto a Omayra en la televisión. Omayra estuvo agonizando durante dos días y medio, con el lodo subiendo de nivel poco a poco. Aquella mirada con sus ojos negros clavados en los telespectadores se fue apagando progresivamente. Desde la noche del día 13 hasta la mañana del 16 de aquel maldito noviembre transcurrieron sesenta horas hasta su fallecimiento. El cuerpo de Omayra fue enterrado donde murió, ya que su madre no quiso que le cortaran las piernas para sacarla de allí.
Hubo tiempo de sobra para que al menos el Dios bíblico se dignara en hacer un milagro liberando a Omayra, o bien, desviando previamente los lahares. Una minucia para el Creador del mundo (Génesis 1: En el principio creó Dios los cielos y la tierra), pero no hizo nada. En la sala de profesores de un instituto, comentando tal suceso, alguien dijo lo siguiente: “Parece que el Todopoderoso hizo huelga y se olvidó de Omayra”. Creo que fue la primera vez que escuché eso de los dioses huelguistas, aunque en una reunión celebrada pocos días atrás se habló también de las riadas en Valencia y uno de los presentes pronunció una frase similar.
Recordemos brevemente otras catástrofes. En Marruecos el terremoto de Agadir (1960) causó unos quince mil muertos y el de Marrakech (2023), tres mil. En el caso de las religiones monoteístas hay que endosar la responsabilidad a la divinidad correspondiente: judeocristiana, islámica u otra. ¿O es la misma en todos los casos? Divinidad ‘todopoderosa’ que consiguió alcanzar un récord de víctimas con el tsunami del océano Índico de 2004, registrándose más de 200 mil fallecidos. Fue la catástrofe natural más mortífera de la historia, inspiradora del film Lo imposible (2012).
Los aficionados a lecturas antiguas y extrañas pueden leer una parte de la Biblia tecleando dos palabras en el Google: diluvio universal. Jehová dio información privilegiada a Noé para que construyera un arca y se salvara con sus allegados, eliminando a la humanidad restante (Génesis 7). Este cuento alcanza su cénit en el versículo sexto, cuando se lee que todo ello tuvo lugar en el año 600 (seiscientos) de la vida de Noé.
Recientemente vimos en TV que los reyes de España y el transformista Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, pasaron unos malos momentos en Valencia cuando visitaron zonas afectadas por las riadas. Cuando hay víctimas y la gente está indignada los prebostes religiosos suelen escaquearse: obispos, arzobispos y cardenales brillaron por su ausencia. Hubiera sido el momento de pronunciar con valentía algunas de las monsergas al uso. Pongamos tres ejemplos. “Es la voluntad de Dios” (recuerden la oración: Padre nuestro…, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo). “Dios se los ha llevado para que estén a su lado”. “Los designios del Señorson inextricables” (esta es mi favorita). A ver lo que se dice en los funerales.
Parece ser que ante las catástrofes naturales con mayor o menor número de víctimas, los dioses ‘todopoderosos’ se esconden y musitan la consabida expresión: pío, pío, que yo no he sido.
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