
En tránsito
Eduardo Jordá
Un viejo país ineficiente
Planteábasele a D. Quijote un serio dilema: ¿debía atender la llamada que había recibido de Dulcinea a través de Sancho, o debía permanecer fiel a su palabra de no emprender acción alguna antes de reponer a la princesa Micomicona en el trono que le había arrebatado el malvado follón gigante Pandafilando de la Fosca Vista? Sancho le dio una solución que, bien o mal, aceptó el Hidalgo: reponer a la princesa, casarse con ella, acceder a emperador dándole su recompensa a Sancho y luego, si eso, amancebarse con Dulcinea, cosa nada extraña entre los reyes. El criterio al que recurre Sancho es de índole puramente pragmática: Vamos a lo que interesa, por lo menos lo que le interesa a él, y nos dejamos de grandes principios que aquí vienen representados por el amor a Dulcinea que, en cualquier caso, luego pueden armonizarse mal que bien con lo ya hecho. D. Quijote y todos los demás nos habremos visto a lo largo de nuestra vida en dilemas semejantes. ¿Comprar una casa o la otra? ¿Hacer una carrera u otra u otra)? Y así sucesivamente. Y cada cual se las apaña y utiliza el criterio que mejor le cuadra, como D. Avito Carrascal cuando al elegir cónyuge para engendrar al futuro genio entre la dolicocéfala y la braquicéfala se inclinó por la primera porque tenía un busto más prominente. Estos casos son del ámbito privado y cada cual debe arrostrar o disfrutar las consecuencias. Pero creo, también, que cuando el dilema se plantea a un gobernante, las cosas no deben ser tan sencillas. Básicamente porque el grado de responsabilidad de tomar una decisión afecta a muchas personas y es importante analizar fríamente cuál es el criterio a utilizar. ¿Deberá seguir fielmente los principios que le animan, sean cuales sean las consecuencias, tipo imperativo categórico kantiano, o deberá atender a las consecuencias buenas o malas que puedan seguirse de su decisión, en definitiva un criterio pragmático o afín a una ética utilitarista aun cuando se vulneren aquellos principios? Ejemplos de estos dilemas los tenemos muy cercanos. Por ejemplo, blasonamos de tener principios pacifistas a ultranza muy lejos del “si vis pacem, para bellum”. ¿Qué hacer ante el problema de la invasión de Ucrania? ¿Poner la otra mejilla o recurrir a políticas bélicas? O en el caso de la famosa amnistía: por principios, rechazar esa ley; o, por consecuencias positivas de la ley, transigir. ¿Bienvenido, Sancho?
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