Opinión
Las uvas de Isabel y Pedro
Comunicación (Im)pertinente
No dejaba de ser previsible. Cabía esperar que Feijóo responsabilizara a Pedro Sánchez de la gota fría que asoló al Levante español, buena parte de Castilla-La Mancha y casi toda Andalucía. A fin de cuentas, como todos sabemos, el presidente del gobierno es el causante de que el agua del mar esté salada, de que se haga de noche y a las cuantas horas amanezca o, entre un reguero interminable de atrocidades, que las criaturas nazcan sin saber hablar. Con esta continua trivialización ad absurdum, lo único que está consiguiendo Feijóo es justo lo contrario a lo que persigue; esto es, que cualquier acusación suya al gobierno se convierta automáticamente en cantinela y, en última instancia, vele los muchos dislates que sí comete la cabeza visible del ejecutivo. También entraba dentro de lo posible que la clase política pusiera de manifiesto su antonomástica ineptitud y, como hiciera Mazón, anunciase que se trataba de un fenómeno pasajero, que se alejaría de la Comunidad Valenciana sobre las 8 de la tarde, en dirección a Cuenca. Tras el caos meteorológico, de inmediato intentó retirar el vídeo en el que había plasmado sus predicciones, aunque fue en vano. Sus detractores lo conservaron con celo y, naturalmente, lo pusieron en circulación de inmediato. En un gesto que lo honra, Mazón no malgastó en polémicas un tiempo que precisaba para cosas mucho más sustanciales. Sin mayores comentarios se puso al frente de las operaciones entre los suyos. Por desgracia, tampoco es sorprendente que Irene Montero, ahora eurodiputada eurofeminista, lamentara compungidamente el fallecimiento de las mujeres que han sido víctimas de las riadas levantinas. De ello se colige que los hombres están bien fallecidos, porque deben ser ciudadanos de segunda clase o de peor condición, o lo mismo ni les atribuye condición de ciudadanos. El talante discriminatorio y xenófobo de la exministra no pasó desapercibido. Antes al contrario, circuló rápidamente, lo que combinado con los rescoldos todavía calientes del tsunami Errejón, otrora profeta masculino de la causa feminista, pobló la Red de muecas esperpénticas y tragicómicas. Ya más inopinado fue que el drama no proporcionase ni una minúscula enseñanza. Horas después, los niños salían del colegio en Jerez durante el epicentro de un nuevo episodio de gota fría. Las imágenes que recogen cómo tratan de ponerlos a salvo con el agua por encima de sus cinturas dejaban atónito al más impasible de los espectadores. El día después de la tormenta los valencianos se desplazaron a pie hasta las poblaciones afectadas para socorrer a sus vecinos. Proliferaron las cuentas solidarias por el país. Sus principales capitales organizaron recogidas masivas de ropa y alimentos. Y así hasta que salgan medianamente a flote. Por fortuna, la España profunda existe, más allá de sus políticos.
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