El deseo y la realidad

Los que anunciaban la catástrofe y proclamaban el fin de España han sido desenmascarados por las urnas catalanas

21 de mayo 2024 - 00:00

Después de las últimas elecciones ya sabemos a qué atenernos respecto a Cataluña en este momento histórico: se acabó el llamado procés. El independentismo ha fracasado y, por primera vez en las últimas cuatro décadas, no suma para acceder al gobierno de la Generalitat. La izquierda ha ganado. La gente ya no quiere experimentos y ha optado por lo seguro para continuar mejorando la economía catalana. Como siempre, el electorado ha sido más inteligente que los políticos, no se ha dejado engañar y ha dado una lección de convivencia y sosiego.

Algo que no han llegado a interiorizar, puertas afuera, en el PP. Digo puertas afuera por suponer en buena lógica que no son tan tontos como para seguir confundiendo el deseo con la realidad. Mientras la derecha pretendió domesticar el procés a palos, como suele hacer siguiendo las lecciones de Franco, y quiso reprimir por la fuerza a una gran parte de la población catalana en aras de una supuesta sacrosanta unidad de España –idea heredada también del franquismo, tan caro a la derecha–, el gobierno progresista, con Pedro Sánchez a la cabeza, conversó, negoció y dio un giro a las relaciones políticas con Cataluña mediante los indultos y la amnistía. Ahora España –no sólo Pedro Sánchez, ni solo el gobierno central: España toda– ha recogido el fruto de toda esa actividad política dirigida a la normalización de relaciones con aquel territorio: el electorado catalán ha cerrado el procés, ha optado por la paz y la concordia y ha abierto una nueva etapa política y, por ende, económica y social.

Todos los que se rasgaron las vestiduras cuando los indultos y ahora con la tramitación de la Ley de Amnistía, todos los que intentaron enardecer a la gente a través de las redes, los que anunciaban la catástrofe, los que proclamaban el fin de España han sido desenmascarados por las urnas catalanas. Se les ha quedado claro que las maneras del PP en este asunto no eran las adecuadas y que el Gobierno sí que ha encarrilado bien la situación política respecto a Cataluña. Pero seguramente seguirán en adelante confundiendo su deseo con la realidad y nunca reconocerán su fracaso. El garrotazo, eso es cierto, era una fábrica de independentistas; el diálogo y la negociación es la clave en política. No se puede reprimir a quienes no piensan ni sienten como nosotros. Eso ya pasó. Hoy en día ya no se gobierna con los cojones. Se gobierna con la cabeza.

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