La esquina
José Aguilar
¿Tiene pruebas Aldama?
Leemos con preocupación la noticia de la muerte de dos atletas senior, uno de ellos coetáneo nuestro y otro mucho más joven. Ha sido durante una competición mundial de triatlón -20 km de bicicleta, 5 de carrera pedestre y 750 metros de natación- en Torremolinos. Las distancias son justamente la mitad de las olímpicas, lo que nos sigue pareciendo una barbaridad a estas edades. Lo lógico para nosotros sería que el triatlón de nuestra franja etaria estuviera compuesto de, por ejemplo, una hora de dominó, caminata de media hora con paradas en las obras de la Plaza Vieja y peatonalización del Paseo y veinte minutos de Tai Chi. En el dominó solo se permitiría golpear fuertemente la mesa de mármol para cerrar a blancas hasta los sesenta y cinco años. Alternativa al dominó puede ser el ajedrez para los más intelectuales. Para los días de ponientá, el paseo se podría cambiar por un cuarto de hora de bicicleta estática (en el punto dos como máximo) delante de la tele. El Tai Chi se pude cambiar por hacer un puzle de cien piezas como máximo (categoría senior).
Fuera de bromas, lo que nos parece criticable es el fomento de actividades competitivas. El ejercicio físico es recomendable a todas las edades, pero con cabeza y siendo consciente de los límites cada uno. Los médicos siempre nos recomiendan andar, pero nos insisten en que “si te cansas, te paras”. Cosa que no es fácil de tener en cuenta cuando estás compitiendo, porque siempre intentas superar algo: a los contrarios y/o tu propia marca. No hemos incluido en el “proyecto” de triatlón senil el levantamiento de vidrio en barra fija, para que no nos acusen de promover la drogadicción, aunque nuestra droga favorita sea el vino que, en dosis cada vez más moderadas lo único que hace es alegrarnos (y quién sabe si alargarnos) la vida. Un ejemplo vivo –aparte del nuestro- lo contemplamos hace un par de días: en la barra de una conocida y céntrica taberna almeriense: a las once de la noche había una señora sola, bastante anciana, con una copa de tinto en la mano, que bebía a sorbos con signos de delectación. Cuando se marchó muy tiesa, sin bastón ni andaderas, nos enteramos de que es una alemana de noventa años que pasa varios meses al año en Almería, se toma sus copas todas las noches y se va a dormir más contenta que unas pascuas. Claro que, puede ser que por las mañanas se hubiera machacado en el gimnasio. Lo de competir en una prueba de triatlón no nos parece tan probable.
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