La democracia feliz

REFLEJOS

25 de septiembre 2024 - 02:00

Existen muchos sistemas políticos que se denominan así mismo como democracias, tanto en el pasado como en la actualidad. Recordemos las “democracias populares” llamadas así por los seguidores del ideal comunista, o la “democracia orgánica”del franquismo , como también la “democracia islámica” o la “democracia liberal”. Todos estos regímenes poseen el mismo apelativo acompañante, pero son significativamente diferentes, en muchos casos totalmente alejados del gobierno del pueblo y ajenos a la libertad personal. 

En unas prima la igualdad, impuesta con autoridad, y en muchos casos presididas por un líder icónico, casi elevado a los altares, o por un Comité del Partido similar a un Consejo de Administración. En otras, mantienen un pretendida libertad personal, aunque en los tiempos que corren, y ¿cuando no ha sido así? se va convirtiendo más en una idea que en realidad. En esta tensión ideológica, entre libertad e igualdad, se produce un choque entre ficción y fe, es decir, entre creer que se vive en una sociedad en la que se respeta la libertad personal, siendo la ley un acuerdo común para respetar los derechos personales, y la creencia en un Estado mesiánico, donde la ley obliga a ser igual. No significa esto que el modelo democrático liberal no esté basado realmente en la libertad personal, así lo han demostrado las democracias europeas, las cuales, aparte de alcanzar altas cotas de libertad individual, consiguieron establecer un Estado garantista en derechos personales, solidario y altamente desarrollado económicamente. El trabajador europeo consiguió formar parte de la clase media, la cual posee gran poder en las decisiones políticas. 

Pero los nuevos derroteros económicos basan su futuro en una sociedad globalizada, superadora de los Estados, centrada en la producción, control de la población y establecimiento de un Sistema Político Feliz, Paraíso permanente alcanzado en la Tierra. Es por ello que se preconizó en los noventa el Fin de la Historia. Confluyen en el mismo destino, del futuro deseado, China y las grandes corporaciones industriales transnacionales, emergidas desde el ámbito anglosajón, más la incorporación de India, bastante influida por el anterior. Están condenados los tres actores protagonistas a establecer un acuerdo, para la instauración de una Democracia Feliz. Europa molesta, por el mal ejemplo que representa para el resto de ciudadanos del mundo, siendo un obstáculo en su intento para transformar en entelequia la libertad y derechos personales, que son un gran escollo para la consecución de su Paraíso prometido.

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