Una raya en el mar
Ignacio Ortega
Lágrimas
Cuando me he sentado frente al ordenador para cumplir con el compromiso de escribir la columna que aparece cada martes en este diario, no encuentro palabras para describir lo que siento a la vista del caos que ha producido la DANA en la comunidad Valenciana, Castilla la Mancha y algunas ciudades de Andalucía. No sé qué interés puede despertar lo que yo pueda opinar sobre una catástrofe de semejante envergadura, cuando la noticia que supera cualquier comentario, son las imágenes que las cadenas de televisión nos están mostrando sobre una terrible situación como nunca se había visto en España. Pero, para cumplir con mi compromiso semanal, me voy a permitir expresar que no entiendo que una tragedia de semejante envergadura, sea utilizada con fines políticos, para atacar al adversario. Riadas mortíferas, viviendas arrasadas, coches amontonados, aparcamientos inundados, muebles y enseres destrozados, carencia de agua y alimentos, cadáveres y desaparecidos sin determinar. Ante una tragedia que a cualquiera que posea un mínimo de sensibilidad le produce, de inmediato, un impacto conmovedor y solidario, le faltó tiempo a Núñez Feijoo para cumplir con la premisa de Aznar, “el que pueda hacer que haga”, y utilizar los atroces efectos de la Dana para atacar, con una frivolidad pasmosa, al Gobierno de Pedro Sánchez. Por añadidura arremetió contra la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), un organismo que está formado por ingenieros profesionales que, como ha quedado demostrado, cumplió con su trabajo, a debido tiempo, dando aviso del nivel máximo rojo a las 7,36 horas del día 29 de octubre. Afortunadamente el presidente del Gobierno, evitando un debate innecesario, pasó página y respondió ofreciendo a Carlos Mazón, presidente de la Comunidad Valenciana, todo su apoyo y su disposición a prestar la ayuda que fuese necesaria. En estos momentos lo único positivo es poner en marcha los mecanismos que sean necesarios para atender a una población que ha sufrido los estragos producidos por un fenómeno atmosférico como nunca se había conocido. Es admirable el comportamiento de todas las personas que, sin pensarlo dos veces, se han lanzado a prestar ayuda. Sólo puedo añadir que comprendo la desesperación de los afectados que, habiendo pasado cinco días desde su inicio, no dejan de sufrir las consecuencias de la catástrofe. Pero también pienso lo difícil que tiene que ser restablecer el orden ante unos hechos tan devastadores.
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