Antonio Lao
El silencio de los pueblos
La Real Academia Española (que es de la lengua, aunque no figure así en su denominación oficial) y la Asociación de Academias de la Lengua Española han de tener un sistema de radares, un despliegue de antenas capaces de detectar la circulación de las palabras en el uso de los hablantes. Por eso, pendiente una nueva edición del Diccionario de la lengua española, acaba de realizarse una actualización de la edición de 2014, con la incorporación de nuevas palabras, de acepciones de las ya incluidas o de modificaciones o enmiendas de estas. No deben fallar esos sistemas de detección y el criterio de uso extendido y aceptado, aunque algunas nuevas palabras o acepciones resulten llamativas. A modo de muestra, en las controversias partidarias y banderizas, sí que es común referirse a los afines, “a los míos”, pero no figuraba, hasta ahora y con una enmienda de acepción, en el Diccionario, que, dicho de una persona o una cosa, afín es “quien tiene afinidad con otra”. Algo parecido ocurre con el término “consigna”, de extendida aplicación y con desiguales fines, que antes de esta actualización no incluía una acepción relativa a “fórmula breve que se utiliza como expresión de una idea política, de una reivindicación laboral o social”. Podrá cambiarse, asimismo, la denominación de “camarero” por la de “barista”; nuevo término, este, que denota no solo a la “persona experta en la preparación y presentación del café u otras bebidas elaboradas con él”, sino a la “persona que tiene o atiende un bar o una cafetería”. Parecen asustar dos nuevos términos, “catacumbal” y “catacúmbico”, ambos adjetivos con el mimo significado: “propio de las catacumbas o semejante a ellas”; por lo que, estrenado también el “yuyu” como miedo o aprensión, cabría decir: “Da yuyu lo catacúmbico”. Sin olvidar otra también acepción coloquial de esa misma palabra: “indisposición repentina, especialmente un desmayo”. Antiguo parecía, por otra parte, el matrimonio de o por conveniencia, mas solo ahora se dice, en el Diccionario, que es un “enlace matrimonial que se realiza con la finalidad de aprovechar sus ventajas materiales o jurídicas”. Y, visto el patio de monipodio nacional, que no quede por actualizar el término “chiringuito” para aludir, frecuentemente con sentido despectivo, a “negocio o actividad comercial, o lugar donde se desarrolla”. Como, asimismo, lo que se espera de establecerlo: un “chorreo”; esto es, “bronca, reprimenda, rapapolvo”.
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