Antonio Lao
El silencio de los pueblos
Qué difícil resulta definir la cultura! No con una definición teórica donde la asepsia intelectual pueda permitirse el lujo de generalizar lo que para las personas es para «poder entenderse». Luego, se toca a cada persona con las aristas que socialmente hieren, rozan, modifican su ser y su medio y el paso del tiempo obra como el gran cauterizador que, a fuerza de experiencia, hasta se permite el disfrute de una cirugía estética social capaz de disimular las más horripilantes llagas. Porque las personas tienen llagas y experimentan—sobre todo cuando la anestesia social no obra—que las cicatrices condicionan los rasgos fundamentales. Cultura exige respeto a un modo de ser, sentir, pensar y hacer. Pero la cultura impone también conexión, contactos que equiparan las realizaciones que, con vistas a un futuro, los ciudadanos proyectan y consiguen. Cuando la intercomunicación cesa y pierde cauces igualitarios aparecen el involucionismo, la injusticia, la agresividad dialéctica, el caos.
Que una influencia sobre la cultura genera un cambio cuantitativo o cualitativo es algo patente. Toda una gama de influencias hacen que las personas lleguen a medir con el rasero de moda cuanto toca o padece. Inconscientemente, por parte del que lo padece, dejan de existir modos de comportamiento que eran y podrían ser. ¿Esto es bueno o malo...? Una respuesta simplista necesariamente será falsa.
El problema exige y merece la atención concreta de los que directamente actúan en edades jóvenes y maduras y de los que indirectamente colaboran a que la realidad progrese y no regrese. Por descontado que todo lo que potencia el acercamiento, ayuda al nacimiento y madurez de convivencia, enriquece los modos de ser y de vivir.
El sábado visualicé en Interalmería TV al periodista de Canal Sur Jesús Vigorra, orador del acto del bicentenario de “Los Coloraos”. Realizó un magistral panegírico a los “Mártires de la Libertad” en cuyo párrafo se resumiría: “aunque fue una derrota, un día dolorosísimo aquel 24 de agosto de 1824, con el tiempo aquella derrota se ha convertido en una victoria por la libertad, en un símbolo de la libertad. Así que honor, gloria y memoria para ‘Los Coloraos’ de Almería”. Igualmente, expresó que “la libertad hay que defenderla día a día”. Cierto, especialmente en estos tiempos en los que la cultura en sí ha sido expoliada y colonizada por la izquierda radical fundamentalista destructora, que con las etiquetas de “fake news” democráticas están eclipsando al Estado de Derecho.
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