Opinión
Las uvas de Isabel y Pedro
Recientemente a varias personas de mi entorno les han diagnosticado enfermedades graves. En concreto, entre amigos y familiares, hay cuatro personas que padecen un proceso canceroso. Esta situación me está llevado a rezar, a pensar y preguntar a médicos y enfermeras sobre cómo puedo aliviarles el dolor o el sufrimiento que supone esta enfermedad. Todos me insisten en que necesitan, además de la atención médica, la cercanía y el cariño de la familia y amigos. A veces, basta con que sientan la proximidad física de las personas queridas, recibir alguna caricia o estar acompañados por alguien que en silencio vigila su sueño o su descanso. Un médico me dijo que: “el dolor sólo puede afrontarse, y ser derrotado, si es aceptado, porque si es rechazado o temido, suele crecer”. Esta frase, tiene más vigencia que nunca en nuestra sociedad del siglo XXI, donde muchas personas no encuentran sentido al dolor y al sufrimiento.
Cada día es mayor el número de personas dependientes, ancianas o que sufren enfermedades en fase avanzada sin expectativas de curación. Para estos casos, me explicó una enfermera, escuchar y acompañar es la opción más adecuada, para eso existen los cuidados paliativos, un modo muy especial de atender a los pacientes y a sus familias. Los cuidados paliativos pueden erradicar o reducir significativamente, en muchos casos, el dolor y los síntomas complejos a través de tratamientos especializados. Los cuidados paliativos surgen para asistir a los enfermos con atención profesional y cuidado personal; para dar una respuesta a su sufrimiento. Al del paciente y al de las familias; porque las enfermedades en fase avanzada no sólo las “padece” el enfermo; también los cuidadores. Son “los otros pacientes”.
La respuesta al dolor no es negarlo hasta que llegue, ni temerlo como algo irresoluble. Los cuidados paliativos facilitan asistencia, desde una óptica personal, velando no sólo por los síntomas físicos de los pacientes sino también por sus necesidades psicológicas, espirituales y sociales, asistiendo también a sus familiares. Son cuidados integrales que preservan la dignidad, atendiendo a la persona en todas sus dimensiones, y de ahí su especial eficacia. Si queremos una sociedad más humana, necesitamos una atención más humana especialmente a las personas que, por su situación de indefensión, se encuentran necesitadas de cuidado y protección. Y porque toda vida es siempre digna de la mejor atención, aunque las facultades físicas o psicológicas no se encuentren en su plenitud o estén definitivamente mermadas.
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