El cuentacuentos

31 de octubre 2024 - 03:09

Una de las principales razones por las que siempre terminamos viendo, en las carteleras de los cines o en cualquier plataforma digital, una gran cantidad de conceptos refritos, remakes o simplemente nuevas versiones del mismo cuento, es, además del afán de las productoras por crear productos que vendan incluso antes de estrenarse, la gran facilidad que tienen algunos artistas para reinterpretar historias y contarlas de tal manera que logre emocionar al espectador una y otra vez, aunque ya conozca el final.

Muchos guionistas o directores de cine buscan inspiración para su próxima película en novelas, cómics o incluso otras cintas, no solo como referencia para crear algo nuevo, sino para repetir la historia contándola desde su propia perspectiva. Eso sí, se vuelve fundamental saber leer adecuadamente el cuento para poder entenderlo, interiorizarlo y poder explicarlo de nuevo. Cualquier historia, desde “Los tres cerditos” hasta “Blancanieves” puede ser una aventura épica o un gran drama. Así que, el cuentacuentos puede llegar a ser casi tan importante como el propio cuento. Saber narrar es imprescindible para conseguir transmitir emociones y, por supuesto, siempre se trata de eso: de hacer sentir algo al espectador.

La visión del narrador puede transformar drásticamente cualquier obra artística. Los fotógrafos, por ejemplo, son expertos en plasmar una visión propia de la realidad y en contar, a través de instantáneas muy precisas, una infinidad de interpretaciones de una misma verdad. Una fotografía puede transformar un simple bar en la reinterpretación de una capilla y un parking de caravanas en una auténtica feria del color. Todo depende de los ojos de quien lo mire y de la habilidad para transmitir su arte utilizando las herramientas que tenga a su disposición, como podrían ser: la escala, el color, la composición, el tiempo, el espacio o incluso la mismísima luz.

Por lo tanto, a priori parece que construir buena arquitectura puede ser tan importante como saber contarla. Sin embargo, no todo se puede expresar con palabras o imágenes. La sensación que produce estar debajo del óculo del Panteón de Roma no puede revelarse a través de ningún grabado; solo se consigue viajando a la capital italiana, haciendo la esperada cola de turistas y entrando en esa enorme masa hueca de hormigón para mirar al cielo con tus propios ojos.

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