Francisco García Marcos

Cuelgamuros

Comunicación (Im)pertinente

20 de julio 2024 - 03:09

El jueves, 18 de julio, la comunidad benedictina ofició una misa en Cuelgamuros para recordar y exaltar a los golpistas sublevados en 1936. Al parecer, será la última que celebren esta versión moderna de templarios-benedictinos. Ya está constituida y en funcionamiento la Comisión Interministerial encargada de redefinir Cuelgamuros como un espacio de memoria histórica, lo que, entre otras cosas, comporta la salida de estos monjes tan ostensiblemente montaraces. El acto religioso se enmarcaba en el programa organizado por el Movimiento Católico Español para celebrar la efeméride, tan grata a los fascistas españoles. Me sigue sorprendiendo cómo estos partidos, los manifiestamente franquistas, sus miembros, sus símbolos y sus celebraciones no están radicalmente fulminados en España. No puedo evitar compararlos con el tratamiento que recibe el nazismo en Alemania, país en el que he vivido unos cuantos años. Allí no se concede el más mínimo margen a nada que tenga algo que ver con el III Reich, sin matices, sin excepciones y sin aplazamientos. Es lo mínimo que cabe esperar de una sociedad que ha sufrido tanto con la acción de monstruos como Hitler o Franco. Con todo, lo que más me inquieta, como en ocasiones anteriores, es que estas iniciativas sean jaleadas por un sector de la juventud española. A finales de los años 80 emergió con fuerza una manera distinta de enfocar la historia, centrada prioritariamente en la vida cotidiana, más que en los grandes acontecimientos y en los grandes nombres. Se dejaron a un lado los listados de reyes y batallas, para concentrarse en cómo vivían las personas en épocas pasadas. En alguna ocasión he dicho que la memoria histórica española debería incluir también un apartado sobre vida cotidiana en el Franquismo. Estos jóvenes que jalean los fastos del 18 de julio deberían saber que, si volvieran a gobernar los descendientes ideológicos del Caudillo, sus amigos gays estarían perseguidos y acabarían en la cárcel, sus madres, hermanas y novias no podrían abrir una cuenta bancaria, ni tendrían fácil el acceso al mercado laboral, sus vecinos con otros ideales políticos serían brutalmente represaliados, se censuraría a la mayor parte de los artistas que siguen, les reprimirían sus inclinaciones sexuales, los obligarían a ser católicos practicantes, les colonizarían la consciencia con culpabilidades y complejos, les levantarían barreras sociales, infranqueables, les convertirían sus barrios en guetos, les falsificarían los libros de texto, les cortarían el acceso a la enseñanza superior y a la sanidad.

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