El cuarto hombre: el espía que manipuló a la Cía

02 de septiembre 2024 - 03:06

Alo lo largo de la historia, los espías y el espionaje han jugado un papel crucial, desde victorias en guerras hasta decisiones políticas de alto nivel. Estos agentes encubiertos, con su capacidad para obtener información secreta, han sido determinantes a la hora de escribir la historia. Escritores como John le Carré, con su detallada exploración del espionaje durante la Guerra Fría, e Ian Fleming, creador del icónico James Bond, han capturado la intriga y la complejidad de este mundo en sus obras desde ópticas diferentes. Pero estos autores no solo entretienen, sino que también nos recuerdan la sombra constante del espionaje en el devenir de la historia moderna. Es el caso del llamado “Cuarto Hombre”, un espía ruso todavía no identificado que, dentro de la CIA, habría colaborado con los servicios de inteligencia soviéticos (y posteriormente rusos) para facilitar la entrega de información sensible, y que desempeñó su labor muy especialmente entre los años 1980 y 1990, en plena Guerra Fría.

La importancia histórica de este espía, primero soviético y posteriormente ruso, radica en que se cree que podría haber jugado un papel crucial en la obtención de la presidencia de la Federación Rusa por parte de Vladimir Putin, especialmente al proporcionar información estratégica que le permitió fortalecer su posición tanto a nivel interno en Rusia como en sus relaciones internacionales.

Según algunas versiones, este “Cuarto Hombre” pudo haber influido en la visión de Putin al tener un amplio conocimiento de los círculos de poder rusos y de los intereses de muchos de ellos con otros países, lo que podría haberlo catapultado a la presidencia rusa y posteriormente consolidado como líder de Rusia.

En este contexto histórico, no hay que olvidar la gran influencia de la CIA sobre el presidente ruso Boris Yeltsin en la tumultuosa década de 1990, unos años de profundo sufrimiento y confusión para la mayoría de los rusos. La desaparición de la URSS y el poco interés de los países occidentales, especialmente de EE.UU., en atraer a la Rusia heredera de la URSS a la órbita capitalista sin antes ser desmembrada territorialmente, desnuclearizada y expoliada de sus recursos, marcaron una década de destrucción económica, desintegración social y una dolorosa pérdida de identidad nacional.

Durante ese período de transición dramática de la Rusia postsoviética a la Federación Rusa actual, la CIA tuvo un importante papel en la política de este país, desde su ayuda a Boris Yeltsin para acabar con el golpe de estado de 1991, infiltrándose en todos los sectores con la excusa de asesorar económica, militar y políticamente a su gobierno. Es ampliamente conocido cómo asesores contratados por la CIA ayudaron a dirigir la campaña electoral de Yeltsin en 1996, modernizando la estrategia de campaña y mejorando la desastrosa imagen pública del presidente ruso de esos días. En aquel momento, la CIA estaba muy preocupada por la derrota de Boris Yeltsin y su equipo, con los que tantos intereses compartía, y por la posibilidad de que Rusia pudiese caminar nuevamente sin el control de EE.UU.

Estos años de caos en Rusia fueron, por el contrario, años clave para consolidar el ya importantísimo papel de EE.UU. en el mundo. La CIA, junto con otras agencias estadounidenses, jugó un papel crucial para monitorear, evaluar y dirigir la situación política en la Rusia del caos, e influir directamente en ella a través de sus corruptos dirigentes. Momento que no fue desaprovechado por Estados Unidos para retomar la expansión de la OTAN o el control de las armas nucleares rusas. Fueron muchas las decisiones críticas, no en pocas ocasiones contrarias a sus propios intereses nacionales, que tomó durante su presidencia Boris Yeltsin debido al asesoramiento de las agencias estadounidenses. Es en estos años cuando tiene lugar uno de los enigmas más intrigantes en la historia del espionaje, el de un espía que logró burlar a la CIA y cuyo trabajo se considera clave para el ascenso de Vladimir Putin al poder. El llamado “Cuarto Hombre”, según un reportaje de The Sun, fue descrito como “el espía más exitoso del mundo” y uno de los contados operativos soviéticos que logró infiltrarse en el núcleo duro de los servicios de inteligencia de Estados Unidos.

A diferencia de otros espías, la verdadera identidad de este misterioso agente nunca ha sido revelada, convirtiéndolo en uno de los mayores misterios en la historia del espionaje. Los analistas sostienen que su labor fue tan crucial que permitió preparar el terreno para que Putin accediera a la presidencia rusa, gracias a conocer las implicaciones de políticos, militares y oligarcas rusos; y una vez como presidente, consolidar su poder en Rusia desde que Boris Yeltsin lo nombrara presidente interino de Rusia el 31 de diciembre de 1999, aparentemente ya consciente del ascenso al poder del entorno de Putin y la caída de los yeltsinistas al servicio de los Estados Unidos.

El exagente de la CIA Robert Baer también reveló que todas las conversaciones entre el presidente estadounidense Bill Clinton y el entonces líder ruso Boris Yeltsin fueron filtradas a Putin y sus excompañeros de la KGB. Putin utilizó esta información para presionar a Yeltsin, lo que le permitió tomar el control en 1999. Con Yeltsin desplazado, Putin asumió la presidencia de la Federación Rusa, iniciando una sorprendente reforma de la política del Kremlin que transformaría el país definitivamente, apartándolo del seguidismo a los Estados Unidos. Las acciones del “Cuarto Hombre” paralizaron a la CIA, dejándola sin información confiable sobre el vertiginoso ascenso de Putin. Como resultado, Putin pudo consolidar su posición y preparar el escenario para tomar el control de una Rusia que decidió apostar por su identidad nacional e intereses propios.

Además, este enigmático espía comprometió la identidad de numerosos agentes rusos que colaboraban con Washington y filtró una gran cantidad de datos confidenciales de la CIA. Robert Baer declaró a The Sun que las acciones de este espía “podrían haber cambiado el curso de la historia”. Baer cree que, si el “Cuarto Hombre” hubiera sido descubierto a tiempo, la inteligencia estadounidense podría haber identificado la amenaza que representaba Putin y advertido a Yeltsin. Sin duda, la incapacidad de la CIA para identificar a este espía ruso contribuye al misterio del “Cuarto Hombre”, pero los minuciosos detalles que se conocen de su labor, y muy especialmente las consecuencias de su trabajo de información, confirman su influencia en el devenir de la historia.

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