La cuarta columna

30 de agosto 2024 - 03:07

Hoy declino mis labios sobre el metal, sobre la áspera arena que enturbian los párpados. Perezco ante la materia. Cedo ante la exacta estructura del recuerdo de tus pupilas. Así es como hoy, después de tu partida, querido hermano Juan Torcuato López Raya, salimos a la calle. Con las manos llenas de ti, con el pecho a punto de volarnos en pedazos. Rítmico, líquido, circular, siguiendo la geometría sagrada de la piel.

La voluntad de dios se ha cumplido y nuestros querido hermano ha partido al Oriente Eterno, para formar parte de la cuarta columna que sustenta nuestro templo más íntimo. Siempre lo fue y siempre estará en el único refugio que existe, donde nada se puede sin Él y juntos lo podemos todo. Dicen que el amor fraternal solo lo poseen unos pocos. Y se me caen los párpados al suelo, cuando recuerdo anclado a la luz de tus pupilas cómo los versos de Mario Benedetti cobraban vida en cada uno de tus actos: La generosidad es el único egoísmo legítimo. Ese fue tu legado a todos aquellos que compartieron tu camino. Comprendimos, entonces, que aprender era como expresar el amor fraternal. Porque no existe el uno ni el otro, solo dos personas dispuestas a compartir su legado más íntimo.

Hoy, precisamente hoy, vuelvo a recordar la sal en la lengua tras tu partida. Este patrimonio que apenas logro alzar sobre las manos, con el pecho a punto de volarme en pedazos. Rítmico, líquido, cíclico, siguiendo la geometría sagrada de la piel, sobreviviendo a este humilde oficio que es morir.

Hoy, las puertas de Oriente Eterno se han abierto para un hombre libre y de buenas costumbres. Su palabra no se perderá ni para los presentes, ni tampoco para los ausentes, pues a través de ella nos hará llegar al mismo umbral de la última cámara del templo de Salomón, como si fuésemos los ojos que se miran en las aguas cristalinas del Jordán. En voz baja, con una mano sobre la frente, cubriendo casi la mirada apenas, oro: Bendito sea el nombre de la gloria de su reino por siempre jamás. Amarás a Adonai tu Di-s con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu fuerza. Y estas palabras que yo te ordeno hoy, estarán sobre tu corazón. Las enseñarás a fondo a tus hijos y hablarás de ellas al estar sentado en tu casa, al andar por el camino, al acostarte y al levantarte. Las atarás como señal sobre tu mano y serán por recordatorio entre tus ojos. Las escribirás sobre las jambas de tu casa y en tus portones. Así sea. Así será

stats