
Monticello
Víctor J. Vázquez
Una amnesia no sólo cristiana
Lunes Santo, 14 de abril, memoria histórica de la proclamación de la II República española, aunque cuando se produjo este hecho aciago y contracultural fue en 1931y acababa de finalizar la Semana Santa el 5 de abril. Era el segundo martes de la Pascua florida, que dejó de florecer entre 1932 a 1936 porque la algarabía de milicianos anarquistas y comunistas impedían de forma violenta y con carácter general las procesiones de las cofradías en los espacios públicos, hecho éste que volvió a repetirse por imperativo de un real decreto inconstitucional durante 2020 y 2021.
Santiago Cantera, O.S.B., hasta hace muy poco prior de la abadía de la Santa Cruz, como cabeza de turco entre la Iglesia y el Gobierno deja temporalmente el Valle de los Caídos, aunque sigue integrando como monje dicha comunidad benedictina, a la que pertenece desde su profesión religiosa y a la que está vinculado por el voto de estabilidad que caracteriza a las órdenes de clausura.
Por un periodo aún indeterminado, el padre Cantera se alojará en un convento al que prestará atención espiritual. Su salida del Valle es, lo mismo que su destitución como prior, consecuencia de las negociaciones entre el Gobierno y la jerarquía de la Iglesia española para la denominada “resignificación” y “profanación” de la basílica. Los mitrados han actuado por mandato expreso de la Santa Sede para un asunto que ha llevado el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado.
Aunque se trasladó inicialmente que la destitución del padre Cantera era en vencimiento de un supuesto tercer trienio como prior administrador, la realidad es que en la orden benedictina no existe ninguna norma de ese estilo. El nombramiento del padre Cantera, hace diez años y medio, fue ad nutum, es decir, por un periodo indefinido hasta nueva determinación superior.
El ministro de la Presidencia, celebró públicamente la destitución del padre Cantera, al que calificó como “nostálgico del franquismo”. Ahora, además, el destierro canónico en virtud de los acuerdos sugeridos a los Obispos españoles, los cuales no han sabido gestionar con la suficiente valentía y gallardía que cabía esperar de los sucesores de los Apóstoles.
En fin, como ha expresado el padre Cantera “es preferible una Iglesia mártir que una Iglesia connivente con el mal por temor a perder un bienestar temporal. A medio y largo plazo, la Iglesia que pervivirá será la primera”. Que sigan reescribiendo en la España del abismo su historia a golpes de decreto. Paz y Bien.
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