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Lo que acontece en una corrida de toros no puede ser narrado de cualquier manera. Hay que informar y opinar, y, además, hay que hacerlo con un estilo pulcro, y enjoyado con la sintaxis de la correspondencia entre José María de Cossío y Jorge Guillén. El cronista debe prestar la máxima atención al protagonista principal de la fiesta: el toro. Si, después de un festejo, leemos varias crónicas, estas enriquecerán nuestro conocimiento de la tauromaquia y la visión plural del acontecimiento. La crítica taurina siempre ha gozado de una excelente salud, pero tres han sido para mí los más grandes del género: Gregorio Corrochano, Antonio Díaz-Cañabate y Joaquín Vidal. El valor cultural, periodístico y sociológico de la crónica es el propio de un tesoro lingüístico, tan singular. Y el de las crónicas de estos tres Maestros constituye un referente luminoso, donde la pluma refleja lo acontecido con un lenguaje, que da vida a las palabras, del mismo modo que el agua da vida a las plantas. La lectura de los textos reunidos de estos tres grandes cronistas es un deleite para el aficionado. Gregorio Corrochano, Antonio Díaz-Cañabate y Joaquín Vidal, en la antología que la tauromaquia conjuga, desde el pasado, en el presente, sin necesidad de espondeos.
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