Editorial
Rey, hombre de Estado y sentido común
La leja
La Navidad es mucho más que una festividad; es un tiempo de renacimiento social, una tradición con raíces profundas en la historia y en nuestras vidas. Aunque hoy la asociamos con luces, regalos y reuniones familiares, sus orígenes se remontan al siglo IV, cuando el Papa Julio I estableció el 25 de diciembre como el día para celebrar el nacimiento de Jesús, una decisión cargada de simbolismo más que de precisión histórica porque buscaba transformar antiguas celebraciones paganas, como las Saturnales, en un momento de espiritualidad y unión. En estas fechas no solo se celebra el nacimiento de Jesús, sino que también es un tiempo para reflexionar sobre nuestras relaciones, nuestra historia y el papel transformador de las personas en la sociedad, especialmente el de las mujeres. Aunque tradicionalmente se asocia con la familia y la espiritualidad, es también una oportunidad para reconocer el protagonismo femenino en esta festividad y en la historia de la humanidad.
Desde el principio, la figura de María destaca como símbolo de valentía, fe y amor incondicional. Su rol como madre de Jesús va más allá de la maternidad biológica; representa la esperanza y la entrega, pilares que sostienen la celebración navideña. En un tiempo donde las mujeres eran relegadas a roles secundarios, María desafió las normas sociales al aceptar un llamado que transformaría la historia. Además de María, las mujeres han sido clave en la transmisión del mensaje navideño. En muchas culturas, son ellas quienes mantienen vivas las tradiciones: organizan los hogares, preparan las comidas y enseñan a las nuevas generaciones el verdadero significado de estas fechas. Su trabajo, a menudo invisible, sostiene el espíritu de unión que caracteriza a la Nochebuena. La esencia del Advenimiento, como señala Hannah Arendt, es la natalidad: un nuevo comienzo lleno de promesas. Esta idea resuena profundamente con las experiencias femeninas, quienes a menudo son las primeras en acoger y nutrir esos nuevos comienzos. La festividad navideña nos invita a celebrar su fortaleza, su capacidad de resiliencia y su compromiso con el bienestar colectivo. La verdadera esencia radica en su mensaje de cambio interior, solidaridad y construcción de una convivencia basada en la justicia y el amor. Este espíritu navideño nos invita a trascender nuestras limitaciones y a unir lo material con lo espiritual. La Navidad no solo celebra un nacimiento histórico, sino también nuestra capacidad de renovarnos y construir un mundo más humano y lleno de esperanza.
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