Antonio Lao
El silencio de los pueblos
Hace ahora poco más de quince años, a principios de junio de 2009, una política española manifestó el carácter de “acontecimiento histórico”, para el planeta, de una conjunción especial: la presidencia española la Unión Europea y la de los EEUU. Las hemerotecas no son, en sentido estricto, archivos históricos, pero se asimilan al ofrecer evidencias documentales de lo que sucedió o fue dicho, si bien se mantenga la figurada práctica de matar al mensajero o de corregir las interpretaciones. Anteayer, sí se produjo una conjunción planetaria, aunque no sea del todo así, ni siquiera una alineación planetaria o un desfile de planetas, sino la salida de Mercurio, por el este, Saturno y Neptuno, en el oeste, y Marte, Júpiter y Urano en el centro, por razón de las distintas velocidades con que orbitan alrededor del Sol. De modo que conjunción planetaria terrestre y de planetas en el sistema solar, aunque no sea cuestión, claro está, de compararlas.
Así las cosas, conviene advertir que la atribución de un carácter histórico, a determinados acontecimientos, puede estar afectada por esa desvalorización que afecta a lo absoluto y a lo categórico, pues es difícil convenir principios universales, y, en cambio, se otorga relevancia a lo anecdótico e incluso a lo minúsculo. Cierto es el efecto del relativismo, tanto por su carácter filosófico -al negar, precisamente, el carácter absoluto del conocimiento y hacerlo depender del sujeto que conoce- como por el más sencillo y ordinario efecto de la comparación, de la relación con otras personas o cosas. La propia historia está asimismo afectada por la aminoración de su entidad, ya que se concede carácter histórico a narraciones o relatos no corregidos por el tiempo, si es que se trata, además, de acontecimientos dignos de memoria.
En fin, la conjunción terrícola y política da buena muestra del acomodo de lo mayúsculo a las coyunturas menores de la oportunidad y del interés. Mientras que el desfile planetario, permitida sea esta descripción del fenómeno atmosférico, debería servir para rebajar la altivez, aunque tampoco falten mortales a los que el planeta se les queda chico. Más valdría, entonces, ser atentos espectadores del presente, sin dejar de intervenir en lo posible, para que la propia historia no haya de reescribir lo que, a destiempo y sin merecerlo, ya se proclama histórico.
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