Antonio Lao
Día de la Provincia, algo más que medallas
Luces y razones
Los gatos callejeros no rehúyen los cuidados que les presta una vecina bien dispuesta, ante la que es de imaginar que los mininos ronroneen en la sobremesa. Aunque parecen ariscos, más bien son desconfiados los gatos y, por su fuerte inclinación instintiva a la caza, hay que tener algo de cuidado si pretende acariciarlos o jugar con ellos. Esta protectora de los gatos debe conocerlos bien, y sus cuidados, aunque ella acaso no lo sepa, son milenarios, pues los egipcios, hace más de seis mil años, comenzaron a domesticar los gatos y la diosa Bastet se representaba, precisamente, con una cabeza de gato. Algunos de estos, cuando morían, eran momificados y las familias a que pertenecían solían afeitarse las cejas. Tampoco esta acompañada vecina debe ser supersticiosa y, por eso, no aleja el gato negro, legendariamente relacionado con las brujas y el demonio, o tenido como heraldo del mal fario y del infortunio. Acaso esta matriarca gatuna reciba la recompensa de caer siempre de pie, aliada con la suerte, o de tener más vidas que un gato, por reunirlos tan cerca, en la puerta de su casa, para darles sustento en sus rondas callejeras. Los ratones, en la fábula, querían poner un cascabel al gato, para saber cuando se acercaba y huir, y esta vecina, que los quiere y tiene cerca, solo deberá estar prevenida de noche, cuando todos los gatos son pardos.
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