Luces y Razones
Antonio Montero Alcaide
Navidad
Decía L. Wittgenstein que el lenguaje es como una botella atrapa moscas, una trampa en la que caían los filósofos y les hacía perderse en discusiones carentes de sentido. Hubo graves problemas derivados del lenguaje como el que intentó resolver Platón diciendo que si al pronunciar la palabra “bien” no hablamos sobre “la nada”, debería existir algo así como un objeto, el referente, al que nombramos con esa palabra, EL BIEN. De ahí a decir que existe un mundo donde se encuentran los referentes de palabras como “justicia”, “belleza” etc. todo un mundo platónico, solo hay un paso. Ahora bien, estos problemas que parecen ser estrictamente filosóficos no son los únicos en los que nos mete el lenguaje. En estos días se barajan unas conclusiones en el campo jurídico que vienen derivadas de las palabras. Se trata de la significación de la palabra “enriquecimiento” y sus consecuencias en el ámbito penal. Según la aprobada ley sobre la amnistía, aplicada al procés, se puede amnistiar el delito de malversación siempre y cuando los que lo han cometido no lo hayan utilizado para enriquecimiento personal. O sea, que si no se han llevado un euro al bolsillo esa malversación seria amnistiable. Al enfrentarse a esta situación, el TS me recuerda a “Seis personajes en busca de autor” o al famoso dicho de “encontrar un problema para una solución”. Me da la impresión de que el TS tenía ya la conclusión: no se puede amnistiar a los líderes del procés., Y para fundamentar esa conclusión tienen que buscar una premisa adecuada que le permita construir una especie de silogismo como el siguiente: “Nadie que se enriquece puede ser amnistiado; los que no han gastado se han enriquecido; por tanto ninguno de los que no han gastado puede ser amnistiado”. Y se quedan tan a gusto. Claro que en este momento saldría el conspicuo escolástico diciendo aquello de “niego la menor”. Y diría “no es cierta la afirmación de que el no gastar permita concluir con “enriquecerse”. Podría contestar el TS diciendo “Es que si no gastas tienes más dinero; luego te enriqueces, porque ese es el significado de enriquecerse”. Pero entonces, nuestro espabilado escolástico le contestaría siguiendo el consejo de aquel Wittgenstein: “Señor mío: para entender el lenguaje ‘no pregunte por el significado; pregunte por el uso’”. Y si el TS analizara el “uso” de “enriquecerse”, ¿tendría derecho a seguir manteniendo esa tesis?
También te puede interesar
Luces y Razones
Antonio Montero Alcaide
Navidad
Sin complejos
La mentira histórica
El balcón
Ignacio Martínez
Negar el tributo y lucir el gasto
Comunicación (Im)pertinente
Papá Noel robotizado