Francisco García Marcos

(A)comunicación política

Comunicación (Im)pertinente

21 de septiembre 2024 - 03:06

La teoría indica que los emisores elaboran y ponen en circulación mensajes, con la intención de que lleguen, e incidan, sobre sus destinatarios, los receptores. Se genera de ese modo un trasvase de información, del que se derivan múltiples consecuencias. A la vista de los contenidos recibidos, los receptores pueden experimentar sentimientos diversos, acometer acciones, almacenar conocimiento o, entre muchas otras opciones, mantener el contacto con otra persona a través del intercambio comunicativo. Incluso pueden simultanearse esas funciones, lo que no deja de ser un indicio claro de la riqueza, y la complejidad, intrínsecas a la comunicación. Mi compañera Mercedes, en ocasiones incluso interactuaba (contacto personal) y, aún más excepcionalmente, comentaba algo sobre las materias cuyo estudio compartíamos (conocimiento). De inmediato sospechábamos que se trataba de alguno de los libros que consultaba en secreto, incrementando la ya cuantiosa animadversión que le teníamos (sentimiento) y obligándonos a ir a la biblioteca para tratar de descubrirlo sin dilación (acción).

Los políticos españoles parecen estar empeñados en clausurar tanta exuberancia comunicativa. Hace apenas unas horas, González Pons ha afirmado categóricamente que el gobierno español estuvo implicado en el golpe de estado registrado en Venezuela tras las últimas elecciones. No es cualquiera. Eurodiputado y vicesecretario de Acción Institucional del PP, con cargos ininterrumpidos de representación y gestión política desde 1993. Por supuesto que pueden realizarse innumerables matices y puntualizaciones a su durísima afirmación. La primera, y más obvia, hace referencia a la semántica movediza que manejan los suyos, para quienes hubo golpe de estado en Venezuela, pero no en la España del 36, en el Chile de Pinochet, o en tantos otros sitios de la América Hispana torturada por la geografía política gringa. A estas alturas de la vorágine comunicativa española eso resulta casi intrascendente. El mensaje de González Pons, como el de tantos otros políticos de ambos colores, es sencillamente un alarde de majadería que no aporta nada nuevo, ni a sus contrincantes ni a sus acólitos. Se genera así lo que podría llamarse comunicación acomunicativa, que de antemano se sabe refutada por la identidad de sus emisores, denigrados por sus potenciales receptores.

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