
Abierto de Noche
Francisco Sánchez Collantes
Martes
Reflejos
España, en 1960, estaba clasificada en el décimo quinto lugar entre los países industrializados, en los setenta ocupó el décimo, y desde entonces, hasta el 2010, estuvo oscilando su posición entre el octavo y duodécimo lugar. Fue con la crisis, cuando empezó su empuje a perder fuerza, resistiendo entre el décimo segundo y tercer puesto, hasta 2020, pasando en estos años, hasta el actual, a la décimo quinta posición industrial. Se avanza en la economía, pero otros países lo hacen de forma más acelerada.
La inseguridad política, la falta de un pensamiento planificado “nacional”, la desunión social, la táctica partidista, e intereses personales, hacen que nuestra economía no sea como aquella anterior al año 2010, cuando Europa se asombraba cómo un país con tan pocos habitantes, comparados con los más desarrollados, podía competir con ellos. Nos llamaban “La pequeña Prusia”. Mas el ayer parece haberse evaporado como el recuerdo de una ilusión.
Hoy día en España existe una fractura en el pensamiento de cómo es el Estado. Para unos “debe ser” plurinacional. Otros siguen definiéndolo como descentralizado autonómicamente.
El pueblo español sigue considerándose culturalmente unido, mas unos pocos sueñan con nuevas realidades nacionales, surgidas de un rancio romanticismo decimonónico, excluyente y basado en un pasado soñado, inventado y utópico.
En las situaciones de crisis los lamentos, nostalgias y culpabilidades sobran, pues mientras se está en ese estado la inacción crece, la situación se empeora. Son los políticos, elegidos en las Instituciones del Estado, quienes tienen que dirigir el proceso de relanzamiento económico nacional, pero ocurre que muchos están sumidos en las etereidades ideológicas que someten sus acciones, pensando en el objetivo programático conseguido, en la superposición de su voluntad sobre la del rival político, pues así es visto el que piensa en contra de sus creencias. Es el contrario el que hay que vencer, en vez de considerarlo como parte de una opinión diferente que persigue la misma meta, es decir, el Bien Común, la mejora de la existencia de todos los españoles, sea mediante una política de amplia visión social, reparadora de los excesos del capitalismo, como aquella conservadora de estructuras que conectan con el pasado histórico. Ambos deberían colaborar y defender la base común de la convivencia. Pero ocurre que, como he dicho en otros artículos, hay quien está en el actual Sistema Constitucional para mejorarlo, y los que participan en él para conseguir su paraíso ideológico soñado.
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