Antonio Lao
El silencio de los pueblos
Si echamos una ojeada rápida a los planes de formación del profesorado de las escuelas (que hacen los propios centros), nos encontraremos que muchos han optado por centrarse en exclusiva en la competencia digital docente: moodle, cuaderno digital del profesor, herramientas digitales, acreditación de competencias… Hablamos en algunos casos de centros con un contexto sociocultural realmente difícil: inmigración, situaciones de desventaja sociocultural, gran cantidad de alumnado con necesidades específicas de atención educativa, graves problemas de convivencia… Son centros en los que, en muchos casos, no se tiene una línea clara en cuanto a metodología ni organización del centro, no se conocen las actuaciones de éxito (las que dan buenos resultados en todos los contextos), no se abre a la participación de las familias. Son sitios donde sigue primando el libro de texto y el examen, el apoyo de la especialista fuera del aula, la segregación, las bajas expectativas («no dan más de sí»), el currículum de la felicidad («al menos, que sean felices»)… ¿Y qué se hace ante esta situación? ¿cuál es la prioridad? En muchos casos, la competencia digital docente. Lo peor es que incluso es bien visto y aplaudido por la administración.
Dice mi amigo Antonio Orellana que la formación nunca es obligatoria, que nadie les puede obligar a formarse. Eso sí, la norma establece que gradualmente el profesorado tiene que tener acreditadas las competencias digitales, mediante cursos de formación. Sabemos que hay direcciones de centros avispadas, personas del servicio de inspección o asesorías de formación que presionan al profesorado para que hagan esa formación. También dice Antonio que hay una correlación entre el profesorado que no sabe coger un ratón y quien tampoco se preocupa por cambiar nada en su aula. Es posible.
Sin embargo, entre el blanco y el negro hay mil grises. Parece obvio que si queda algún docente que nunca ha encendido un ordenador, tenga que saber hacerlo, pero hay una mayoría que sí sabe utilizar herramientas administrativas, ofimáticas o utilizar proyectores. Hasta que no entendamos que las tecnologías son solo una HERRAMIENTA, que sirve para una cosa y también para la contraria, no avanzaremos. Hasta que no se prioricen las necesidades reales de nuestro alumnado y no las demandas de la administración o lo que resulte más cómodo para el profesorado, tampoco.
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