NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Incienso para recibir a un Pedro Sánchez contra las cuerdas
En Almería, a finales de agosto y con 200 grados a la sombra, un año más la Feria se convierte en el hito principal del verano. Sin embargo, esta vez, nuestro recinto ferial inaugura un nuevo proyecto: la reordenación de la zona sur y su adaptación para parking de caravanas para los propios feriantes. Un espacio pensado para ser una extensión de la propia feria, diseñado con cierto cariño y donde la identidad y la pertenencia se manifiestan a través del color.
La idea del proyecto es tanto práctica como simbólica: crear un espacio que no solo satisfaga las necesidades logísticas, sino que también refleje el espíritu festivo de la feria. Los colores, tan presentes en las casetas y en las atracciones, han sido el hilo conductor para dar al aparcamiento una identidad visual propia. Un enfoque cromático que transforma lo que podría haber sido un simple espacio de esparcimiento en un lugar lleno de vida, donde cada rincón es un reflejo de la diversidad que tanto caracteriza a la feria.
El sentido de pertenencia es crucial en este proyecto. Era esencial que este nuevo espacio no se sintiera como un anexo impersonal, sino como una prolongación natural de la feria. Los colores no son simplemente un código organizativo; son un medio para conectar emocionalmente a los feriantes con su entorno.
Este aparcamiento se convierte, durante un par de semanas, en una pequeña ciudad dentro de la ciudad. Una miniciudad donde los feriantes (con sus familiares, y compañeros) viven, trabajan y se organizan en su propio microcosmos. En cierto modo, este espacio se asemeja a una especie de ciudad lineal, donde la vida se desarrolla de forma continua a lo largo de un vial central. Una franja colorida y organizada da acceso a hogares temporales, como un puerto habitado en tierra. Un lugar de descanso y convivencia, pero también de trabajo y esfuerzo.
Durante estos días, el aparcamiento deja de ser simplemente un lugar de tránsito y se convierte en un barrio en toda regla y lleno de vida. Un recordatorio de que, incluso en su vida itinerante, los feriantes encuentran formas de crear comunidad, de establecer raíces aunque sea de manera temporal. Cada año, este aparcamiento se irá transformando en una versión compacta y dinámica de lo que es la propia feria: un espacio de encuentro, de identidad y de pertenencia, donde el color no solo decora, sino que une y define a quienes lo habitan.
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